La visita del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, a Washington ha servido para que Estados Unidos y la Unión Europa (UE) hayan alcanzado una tregua tras las amenazas de Donald Trump de añadir aranceles a las importaciones de vehículos y componentes de automóviles europeos a las tasas ya en vigor sobre el acero y el aluminio. Ante el riesgo de que la ofensiva verbal (declaraciones y tuits incendiarios) y arancelaria del presidente estadounidense derive en una guerra comercial abierta, Juncker se comprometió a aumentar la compra de gas y soja estadounidense para rebajar los aranceles industriales. Un primer paso para entablar una negociación más amplia sobre la eliminación de aranceles, barreras y subsidios. Satisfecho, Trump ha pasado de llamar «enemiga» a la UE a hablar de una «cercana amistad».

Lo acordado en Washington no es más que una tregua en una pugna que todavía sigue abierta, un paso en el buen camino como lo ha definido Alemania, el motor de la UE. Ahora toca que los países europeos acuerden una postura común ante las negociaciones. No cabe llamarse a engaño: Trump es un proteccionista y un aislacionista, y estos no son ya los tiempos en los que estadounidenses y europeos eran estrechos aliados. Un frente común europeo resulta imprescindible ante el envite del «América, primero» de Trump. Miles de puestos de trabajo y la salud de la economía europea peligrarían en caso de guerra comercial con el gigante americano.

En medio de esa sonada entrevista, y de los pasos dados en torno a sectores clave como el automovilístico, ha quedado atrás la situación de la aceituna negra española, y ayer mismo la Comisión de Comercio Internacional (ITC) de EEUU falló a favor de la imposición de aranceles a la importación de este producto, que en mayor parte proviene de Andalucía. Es otro paso hacia la imposición de los anunciados gravámenes antidumping, basados en que el producto se está vendiendo por debajo de su precio debido a las subvenciones que recibe (la agencia interpreta que es el Gobierno de España el que aporta las ayudas, cuando es la UE). Será el segundo arancel que se imponga a la aceituna andaluza. El primero, en junio, fue del 20%, y cuando se aplique el próximo sumará el 34,75%. Esto hundirá completamente el mercado de exportación a EEUU. Las ventas han descendido ya un 40% y el sector se muestra desesperado, pero desde la UE se afirma que no va a haber negociación al respecto, salvo acudir, una vez sean efectivas las subidas, a la Organización Mundial del Comercio. La Junta de Andalucía, las patronales del sector y hasta los ayuntamientos han lanzado una voz desesperada pidiendo soluciones, pero todo indica que no será este uno de los aspectos que se tengan en cuenta en los arreglos comerciales entre Europa y Estados Unidos. Los pequeños quedan fuera de nuevo.