Como culminación a una semana de agitación, insultos y desmesura, al conocerse que el Gobierno había aceptado un relator en las negociaciones con el ‘Govern’, PP y Ciudadanos convocaron una manifestación, a la que se sumó Vox. Pero la concentración no cumplió las expectativas pese a que la asistencia fue de 45.000 personas, según la Delegación del Gobierno, y 200.000, según los convocantes. Quizá porque el tono abrupto de días pasados era insuperable, los líderes de la derecha se mostraron más moderados, pese a que Pablo Casado habló de «rendición» y «chantaje», mientras que Albert Rivera se limitó prácticamente a reclamar elecciones. Solo Santiago Abascal se distinguió por su dureza.

Del mismo modo, en el manifiesto final leído por tres periodistas se pueden observar diferencias apreciables. Junto a frases que podría suscribir cualquier constitucionalista, como las que defienden la soberanía nacional, hay otros pasajes en los que se califica lo sucedido de «traición» y se vierten falsedades, como que Pedro Sánchez aceptó «las 21 exigencias del secesionismo». Pero más allá de las palabras, lo significativo de la concentración fue la foto final, en la que por primera vez posaron juntos Casado, Rivera y Abascal. Por eso a Sánchez lo sucedido en la plaza de Colón de Madrid puede beneficiarle más que perjudicarle si logra colocar a los tres partidos en el mismo saco y transmitir el mensaje, como hizo ya ayer en Santander, de que su Gobierno solo intenta arreglar el estropicio de Cataluña. Pese a su gravísimo error de aceptar durante varios días la figura del relator, el presidente del Gobierno tiene razón cuando recuerda que como líder de la oposición se comportó con una lealtad que ahora la derecha le devuelve con manifestaciones en la calle.