El informe semestral de la Comisión Europea vuelve a destinar a España varias de sus reprimendas. La principal, desde el punto de vista de las finanzas y la estabilidad de la zona euro, se refiere al elevado nivel de endeudamiento, tanto público como privado. Las más importantes en cuanto a que son las que afectan a la población son el alto nivel de paro, los desequilibrios de renta y la necesidad de profundizar en reformas económicas con nuevos modelos e investigación. Un rapapolvo que se produce cuando España acumula cinco años de crecimiento sostenido, por lo que la CE pide más esfuerzos a nuestro país. Aun así, los desequilibrios se detectan en gran parte del club de los 19 países de la moneda única, incluso en Alemania y Francia, si bien son Italia, Grecia y Chipre los mayores focos de prepocupación de las autoridades europeas. La conclusión está clara: la UE no consigue ni el crecimiento solidario que debería derivarse de los fondos de cohesión y las relaciones comunitarias ni los países miembros son capaces de sacudirse los rescoldos de la crisis económica. Y eso cuando el panorama de futuro es pura incertidumbre y la ralentización de la economía europea es un hecho. Las negativas perspectivas de algunos países obligaron la Comisión Europea a rebajar las previsiones del crecimiento de los países de la UE: un 1,9% en el 2019 y un 1,6% en el 2020. Y España no es inmune al empeoramiento de las perspectivas.