Ocho cantantes y una bailarina acusan al tenor Plácido Domingo de acoso sexual. A su confesión a Associated Press se ha sumado la de otra media docena de mujeres que también han relatado haberse sentido incomodadas por las proposiciones de Domingo y casi tres docenas de profesionales que afirman haber sido testigos de su comportamiento inapropiado. Los hechos habrían tenido lugar durante tres décadas a partir de finales de los 80 en lugares como la Ópera de Washington, la de Los Ángeles y otros famosos teatros. Según lo relatado, el acoso se enmarcaría en una situación de abuso de poder que determinaría las carreras profesionales de las mujeres. En su descargo, Domingo (que ayer recibió el apoyo de varias cantantes que han trabajado del él) apuntó en un comunicado que las «reglas y estándares por los cuales somos, y debemos ser, medidos hoy son muy diferentes de lo que eran en el pasado». Afortunadamente, es así. Y este logro se ha alcanzado gracias al valor de mujeres que se han atrevido a denunciar públicamente las situaciones de acoso y abuso sufridas. Campañas como el MeToo han puesto un altavoz donde antes solo había impotencia y vergüenza, haciendo visible el sufrimiento de una infinidad de mujeres víctimas de un machismo que pretendía someter su cuerpo y su proyección profesional. Frente a la impunidad de los agresores y el silencio cómplice, el feminismo está dictando algunas pautas en pos de una sociedad más justa e igual.