Justo a un mes de las elecciones generales del 28 de abril, los partidos presentan sus programas una vez cerradas las listas electorales. En consonancia con el momento, los mensajes políticos adquirieron ayer una intensidad acentuada. Así, rodeado de todo el Gobierno y en un escenario que se repite --con multitud de banderas españolas y europeas--, Pedro Sánchez anunciaba en un acto en Madrid 110 medidas, basadas en los Presupuestos que no pudieron ser aprobados por la defección de los independentistas y en los programas con los que el PSOE concurrió ya a los comicios del 2015 y 2016.

Entre las medidas destaca la recuperación de la idea de un ingreso mínimo vital para luchar contra la pobreza infantil. También incluyen la ley sobre la eutanasia, una ley para reconocer los distintos tipos de familia y el aumento de la inversión en educación, así como la reversión de los puntos más lesivos para los trabajadores de la reforma laboral del PP. De los Presupuestos fallidos, se recoge la reforma fiscal, con aumentos de impuestos para empresas y rentas altas, y la revalorización de las pensiones con el IPC real.

El programa queda suficientemente abierto a posibles negociones futuras desde Podemos a Cs y quizá por eso mismo no incluye un apartado dedicado a la crisis catalana. La cuestión territorial se zanja con ideas generales sobre el fortalecimiento del modelo autonómico. El diálogo incluye sin duda a Cataluña, aunque el PSOE no es más explícito seguramente para no excitar más a una derecha centrada en descalificar a Sánchez por su relación con los independentistas. Una derecha que se reparte ya cargos antes de ir a las urnas y en la que Albert Rivera, con su propuesta de pacto de Gobierno a Pablo Casado --lanzada posiblemente para contrarrestar los mensajes socialistas proclives a un pacto postelectoral con Cs--, ha cometido un nuevo error, recibido con desdén por el líder del Partido Popular. Cuando ninguna encuesta pronostica un sorpasso de Ciudadanos al PP, ese pacto adelantado solo puede ser respondido por Casado como lo ha hecho: diciéndole que sería un buen ministro, por ejemplo de Exteriores, vista la negativa de Rivera a concurrir en coalición al Senado. Pero el comentario ha sido recibido como una ofensa.

Mientras, el PSOE se ve forzado a apostar por una mayoría en solitario cuanto más amplia mejor ante un posible hundimiento de Podemos y por eso llama a combatir la abstención. La participación siempre es decisiva en unas elecciones, pero en las del 28-A lo es más aún, pues todos los grandes partidos están enfocando la cita electoral como si esta fuera una refundación de la democracia, al tiempo que se muestran incapaces de renunciar a unas líneas rojas de rechazo entre partidos que posiblemente los ciudadanos no compartan. El telón lleva tiempo alzado, pero la precampaña se intensifica.