El anuncio de una inminente ola de frío, acompañada de temperaturas muy bajas, dispara otra vez las alarmas sociales frente al persistente problema de la pobreza energética. Se acaba de cumplir un año de la muerte en Reus de una anciana a la que la empresa eléctrica le había cortado la luz sin avisar. Una de las velas con las que la mujer se alumbraba causó el incendio que le costó la vida. La indignación que provocó el caso movilizó a administraciones y compañías de servicios. La situación, sin embargo, ha variado poco en estos últimos 12 meses y aunque existan fórmulas como el bono social para ayudar a los más vulnerables, estos son tan excluyentes que alcanzan a pocos de los verdaderamente necesitados. Muchos hogares en Andalucía no cuentan con una temperatura adecuada, y en Córdoba se estima que rondan el 9,5%. Las ayudas en nuestra ciudad vienen de los apoyos que presta el Ayuntamiento para casos de emergencia y organizaciones como Cáritas, pero el problema debe afrontarse de forma global. Además de los casos más extremos, las víctimas de la pobreza energética forman parte de una realidad soterrada si tenemos en cuenta los efectos de pasar frío a diario en colectivos débiles, como niños o ancianos. El problema es grave y las autoridades y las empresas deben asumir su responsabilidad social para combatir una lacra incompatible con una sociedad avanzada pero donde miles de personas aún pasan frío.