Este pasado 15 de septiembre se cumplieron 10 años de la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers (LB), el símbolo del inicio de la crisis económica y social que ha transformado el mundo, y no precisamente para bien. Solo 10 días después de la caída de Lehman Brothers, el presidente francés de entonces, Nicolas Sarkozy, pronunció un solemne discurso en Toulon en el que anunció la refundación del capitalismo. Diez años después, de esa refundación no se tienen noticias y el mundo en general, y particularmente Europa, se encuentran sumidos en una grave crisis de representación política, con un avance de los populismos de cualquier signo, y la primera potencia mundial está dirigida por un presidente, Donald Trump, que ha capitalizado en gran parte las consecuencias devastadoras de la crisis económica, beneficiándose del voto antiélites de las clases medias empobrecidas y desencantadas.

La crisis, que se inició en Estados Unidos con el estallido de las hipotecas tóxicas, se trasladó rápidamente a Europa debido a la globalización y a la debilidad de las instituciones financieras europeas. En Estados Unidos, la crisis costó ocho millones de empleos, siete millones de desahucios y hubo que destinar 700.000 millones de dólares para paliarla. En Europa, las consecuencias no fueron menores. Solo en España, el rescate de la banca ha costado más de 40.000 millones de euros. Tanto en un lado como en el otro del Atlántico, millones de familias se empobrecieron a niveles desconocidos y aumentaron brutalmente las desigualdades sociales.

Europa ha reaccionado a la crisis de manera más firme, creando mecanismos como la supervisión financiera única o la unión bancaria, pero las dificultades con que se topan las reformas indican las resistencias de los nacionalismos y del capital. En Estados Unidos, las medidas emprendidas por Barack Obama para acabar con la selva neoliberal quedaron cortas y están siendo desmanteladas con desvergüenza por Trump. Un ejecutivo vuelve a ganar en Estados Unidos 312 veces más que el trabajador medio, los bonus regresan con esplendor y la deuda pública y privada no cesa de crecer. En España, trabajo precario y una enorme brecha de desigualdad son hoy heridas aún lacerantes. La economía se recuperó, pero no así el bienestar social.

Todos los actores económicos pronostican que una nueva crisis financiera no tardará en llegar. Si nada cambia, la única duda es qué presidente o jefe de Estado volverá a decir entonces que es inexcusable la refundación del capitalismo.