Rebasado el ecuador del torneo, ya puede afirmarse que el Mundial de Rusia pasará a la historia por el equipo campeón, como siempre, y por la introducción del videoarbitraje, la gran novedad del campeonato. Pese a todas las reticencias que ha provocado en un mundo tan tradicional como el fútbol, las luces son mucho mayores que las sombras con la llegada del VAR. Ya no se trata de rearbitrar los partidos, sino de corregir los inevitables errores humanos de los colegiados. Así ha ocurrido en este torneo donde, por ejemplo, se ha pulverizado el récord de penaltis en un Mundial. Donde no llega el ojo humano sí lo hace la tecnología para sancionar las acciones punibles. La selección española también se vio beneficiada por el VAR en su último partido ante Marruecos, pero ha de acabar el tiempo en que los partidos se decidían por cuestionadas decisiones de los colegiados que las repeticiones televisivas dejaban en entredicho. Es cierto que la implantación del videoarbitraje provoca demoras en el desarrollo de los partidos, pero no tan graves como se llegó a temer. Por no hablar de cómo en ocasiones las pérdidas de tiempo de los jugadores son igual de significativas en ese sentido. Hay que celebrar, por lo tanto, que el fútbol se ponga al día con la incuestionable ayuda de la tecnología para impartir justicia. Los tiempos de la mano de Dios de Maradona en el Mundial de México-86 quedan, por lo tanto, para la historia.