Tras el tsunami que ha supuesto el desprestigio de la Universidad Rey Juan Carlos por las prácticas irregulares en la gestión de algunos másteres, hizo bien el rector de la Universidad de Córdoba en reivindicar esta semana, en la apertura del curso, la «integridad y honestidad académica» de la UCO, y en lanzar tanto a la comunidad universitaria como a la sociedad un mensaje de defensa de la institución. Lo ocurrido en Madrid, que no afecta a toda la URJC sino solo a un departamento de la misma, ha arrojado dudas y ha hecho un daño que se extiende a todo el sistema y que es necesario frenar, pues los estudios universitarios deben seguir siendo sinónimo de excelencia y de mérito. De las universidades han de surgir las personas mejor preparadas de nuestra sociedad, las que presten servicios que permitan su mejora, desarrollo y avance, y ello requiere combinar un alto nivel de autoexigencia con el respaldo de todo el tejido colectivo de los territorios en los que se implantan. Territorios que se benefician de su actividad, como Córdoba, donde el impacto económico de los menos de cien millones de euros de dinero público que gestiona la UCO ronda los 370 millones de euros anuales.

Así, las palabras de José Carlos Gómez Villamandos han sido oportunas y necesarias, en un momento en el que la UCO quiere reforzar su prestigio y continuar las líneas de trabajo que la han situado entre las cien universidades investigadoras más destacadas de los rankings internacionales. El curso comienza con algunas tareas hechas, como el relevo generacional en el cuerpo docente, el mantenimiento del alumnado (ingresan unos 5.000 nuevos estudiantes), o el aumento de los recursos económicos, tan afectados por los recortes de la crisis. No es suficiente, como le recordó el rector al director general de Universidades de la Junta de Andalucía, Manuel Torralbo, pues la de Córdoba va a cumplir 50 años y necesita actualizar sus instalaciones.

Pero hay mucho por hacer, mucha responsabilidad para las universidades españolas. Deberán definirse ante la reforma de la Ley de Universidad, y, si reivindican que se mantenga su autonomía, crear nuevos mecanismos de control interno --así lo prevé la UCO-- que aseguren el buen fin de la misma. Deberán definirse en su vocación y oferta académica, primando la calidad y el mérito para competir, y deberán colaborar más con las empresas. Lleva razón el rector en que no hay exceso de universitarios, sino un mercado de trabajo con planteamientos obsoletos, pero para conseguir mayor imbricación laboral es preciso que la universidad demuestre qué pueden aportar sus egresados. Comienza un nuevo curso, en el que la Junta bonificará la matrícula de muchos estudiantes cordobeses (5.500 el curso pasado), impidiendo que las razones económicas alejen a jóvenes valiosos de los estudios. Un enorme potencial que Córdoba debe valorar y respaldar, y la UCO responder con la excelencia.