En estos momentos de debate crispado, son muchas las voces que recuerdan que nunca hay que dar por definitivos los derechos conquistados. La historia, tanto remota como reciente, da buena fe de ello, de sociedades que retroceden en su tradición democrática o en sus logros sociales. No es de extrañar, por tanto, que en determinados segmentos de nuestra sociedad y desde varias formaciones políticas se alce la voz ante lo que entienden como amenaza de involución en aspectos como la lucha por la igualdad de la mujer o el Estado de las autonomías. La irrupción de Vox en el Parlamento de Andalucía --al que, paradójicamente, traslada su posición antiautonómica--, y su apoyo al pacto de gobierno entre el Partido Popular y Ciudadanos, con la posible influencia en las acciones del Ejecutivo andaluz, han acentuado estas posiciones, que ayer volvieron a plantearse con motivo de la celebración del 28-F, Día de Andalucía.

En este contexto, resulta especialmente interesante el discurso que ofreció el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, en su primera intervención como tal en los actos oficiales del 28-F. Especialmente interesante porque expresó varios mensajes claros que son, en sí mismos, un compromiso. O deben serlo. Moreno apeló «al legado» del 28-F e invitó a no retroceder en acuerdeos y consensos básicos que han permitido el progreso de Andalucía. También respondió indirectamente a las críticas recibidas, asegurando que los gobiernos cambian, pero «las aspiraciones y los objetivos de los andaluces permanecen», e insistió en que «nadie debe ni puede patrimonializar el Día de Andalucía». Pueden entenderse estas palabras como un compromiso firme con la autonomía que, a fin de cuentas, él mismo preside, si bien no se libró de las críticas y desconfianza del PSOE, ni de la protesta en las calles de las llamadas Marchas de la Dignidad, con el respaldo de Adelante Andalucía --la confluencia de Podemos, IU, Primavera Andaluza e Izquierda Andalucista-- que se manifestaron en Sevilla para reivindicar una Andalucía «social».

También resultó un mensaje directo el que incluyó en sus palabras la presidenta del Parlamento de Andalucía, Marta Bosquet (Cs) en cuanto a mantener la lucha contra la violencia machista.

Mensajes dirigidos a la sociedad andaluza y a la oposición, pero también a su incómodo socio de extrema derecha, cuyos primeros gestos públicos no favorecen el clima de normalidad democrática y defensa de la autonomía que quiere trasladar este nuevo Gobierno andaluz que ha puesto fin a largas décadas de mandatos socialistas. El compromiso está hecho. Lo importante ahora es que el día a día de la gestión lo confirme.

Y mención aparte merece el desarrollo del acto en el Maestranza, del que se apropió el presentador, Domi del Postigo, que avergonzó a los asistentes con su afán de protagonismo y un lenguaje zafio e irrespetuoso. Un personaje accesorio secuestró una gala en la que el buen hacer de los cargos públicos, sometidos ayer a la lupa del estreno en el cambio de ciclo, se vio perjudicado por alguien que despreció el código institucional y la jerarquía, hasta el punto de lanzar un discurso de filosofía barata tras la intervención con la que el presidente Moreno cerraba el acto. Desastroso.