Hace pocas semanas, cuando se confirmó la imposibilidad de formar un Gobierno a partir de los resultados de las elecciones generales del pasado abril, parecía que el dictamen de los votantes de en quién recaía la responsabilidad del bloqueo sería el elemento central que premiaría a unos y castigaría a otros. En este escenario, las encuestas apuntaban a un crecimiento notable del PSOE. Sin embargo, sondeos como el de Gesop que hoy publicamos recogen el impacto de un contexto político muy diferente, marcado por las reacciones a la sentencia contra los líderes del procés.

Según esta encuesta, el PSOE volvería a ganar los comicios del próximo domingo pero con resultados similares o algo menores a los de hace seis meses. A su vez, la triple oferta de la derecha seguiría sin sumar más escaños que las izquierdas. Hasta aquí parecería que las cartas quedarían repartidas de igual forma al escenario del 28-A. Pero en un contexto que hace aún más difícil la consecución del acuerdo de izquierdas que fue imposible en verano y la actitud facilitadora del independentismo más responsable. En el campo de la derecha, la posibilidad de una triple alianza parece más lejana: tanto por el desplome sin paliativos que el sondeo pronostica para Ciudadanos, con un Albert Rivera desgastado por sus «noes» y erosionado por la capa de moderación con la que se ha vestido Pablo Casado, como por el crecimiento de Vox, alimentado quizá por quienes desearían una reacción más contundente a los sucesos de Cataluña. Pero al mismo tiempo, la mera posibilidad de ese triple acuerdo, con un peso reforzado de la extrema derecha de Abascal, podría aparecer hoy aún más inquietante para el votante de izquierdas. Una incógnita es si este temor será suficiente para reeditar su movilización de última hora de la pasada primavera.

No puede negarse que el problema de Cataluña está pesando, tanto sobre la campaña como sobre las preocupaciones de los españoles. Los ciudadanos están hastiados de que este conflicto alimentado para favorecer los intereses del fugado expresident Carles Puigdemont y su «delegado» Quim Torra no solo afecte a la estabilidad institucional de España, sino que reste el necesario protagonismo que deben tener los grandes problemas que atañen a amplias capas de la sociedad española, así como las reformas necesarias para impulsar la economía cuando empiezan a soplar vientos internacionales que amenazan recesión. Difícil parece un pacto de las izquierdas con algún grupo independentista catalán tras el 10-N, pues, aunque el problema de Cataluña necesita diálogo además de la aplicación firme de la ley, sería preciso un gobierno estable para reconducir la situación. Y como con el esquema de esta encuesta las derechas tampoco suman, se hará preciso un enorme -e imaginativo- esfuerzo de responsabilidad tras la cita con las urnas.