Como toda nueva irrupción en el mercado, la expansión de las criptomonedas despertó una ola de entusiasmo, pero también recelos y temores. Este tipo de monedas virtuales, cuyo gran referente es el bitcóin, tienen como característica principal el hecho de estar descentralizadas, es decir, que no cuentan con una supervisión, como sí tienen las monedas de curso legal (por ejemplo, el Banco Central Europeo, en el caso del euro). El funcionamiento de las criptomonedas se basa en el blockchain, o cadena de bloques, una tecnología en la que son los propios miembros quienes certifican las operaciones. Las criptomonedas eran, hasta la fecha, un fenómeno minoritario como sistema de pago. Incluso el propio bitcóin llegó a ser considerado más como una opción de inversión -de alto riesgo, por su enorme volatilidad-. Sin embargo, el anuncio de Facebook de que pretende lanzar su propia moneda digital, a la que ha bautizado como libra, ha llevado el asunto a un nuevo escenario. Facebook tiene una comunidad de 2.380 millones de usuarios, algo que no ha pasado por alto a la banca tradicional ni tampoco a los organismos reguladores. El hecho de que la moneda de Facebook cuente con socios de la talla de Paypal, Visa, eBay y Vodafone, entre otros, permite hacerse una idea de que estamos ante un proyecto realmente ambicioso, que puede modificar la manera en que millones de personas efectuarán pagos y contratarán servicios financieros. Los bancos ya han alertado de la «dimensión sistémica» de las nuevas criptomonedas, por cuanto afectan al sistema de pagos en su conjunto. La libra de Facebook tendrá, al parecer, diferencias sustanciales con el bitcóin -en teoría será una divisa más estable y sus propietarios no serán del todo anónimos-, pero ha puesto sobre la mesa el debate de la regulación de las criptomonedas. Ciertamente, el vacío legal da una libertad de actuación a las empresas de intercambio de monedas virtuales de la que carecen los bancos, sometidos a una estricta normativa (entre otras cuestiones, contra el lavado de capitales). El usuario debe ser consciente, asimismo, de que las criptodivisas no están reguladas por organismo alguno. Y no son pocos los que se preguntan por el uso que hará la red social de Zuckerberg con unos datos tan sensibles de sus usuarios como transacciones de dinero. Justo después de que se hayan dado a conocer dos sanciones multimillonarias a Facebook en Estados Unidos por su gestión de la privacidad, un nuevo frente se ha abierto esta semana para la compañía: la revelación de otras dos investigaciones gubernamentales, en este caso por prácticas monopolísticas. Si se determinase que la empresa viola las leyes antimonopolio, podría verse forzada a vender parte de su negocio y diluir la compañía en otras más pequeñas. Las criptomonedas no desaparecerán, pero para alejar cualquier sombra de amenaza es preciso establecer cuanto antes unas reglas de juego claras y definidas para todos.