Las peculiares primarias del PP -votaron 58.000 afiliados de 67.000 inscritos, una ínfima parte si era cierto que los militantes llegaron a ser 800.000- lo han dejado todo abierto para el congreso extraordinario que se celebrará dentro de dos semanas. La exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría llegó primera, pero solo con 1.500 votos más que el vicesecretario Pablo Casado, que relegó a su vez a la tercera plaza a la secretaria general, María Dolores de Cospedal. El triunfo de Santamaría, sin embargo, no le asegura en absoluto la victoria en el congreso porque frente a ella se dibuja ya una alianza de Casado con los perdedores, en especial con Cospedal, enfrentada desde hace años a la vicepresidenta de Mariano Rajoy.

Este frente contra Santamaría se intuyó ya desde la misma noche electoral, en la que Casado se mostró partidario de cumplir las normas y llegar al congreso con las dos candidaturas finalistas enfrentadas para que los 3.184 delegados decidan en la cita del 20 y 21 de julio. Al día siguiente de las primarias, Casado ratificó que no se va a integrar en la candidatura ganadora, que ha sido desde el primer momento la oferta de Santamaría, una estrategia que, más allá de las retóricas llamadas a la unidad (y de un paso coherente con el resultado electoral, pues lo vende como la generosidad de la ganadora), expresa el temor de que la lista más votada resulte al final derrotada en el congreso.

El sistema a doble vuelta, con colegios electorales distintos --militantes por un lado, compromisarios sin mandato por otro-- permite cualquier resultado, y más cuando la diferencia entre la primera y el segundo es tan escasa. A Casado y Cospedal les basta con superar la contradicción de que siempre han defendido el valor de la lista más votada para pactar e intentar hacerse con la presidencia. Sin embargo, aunque se produzca el acuerdo, tampoco es seguro que los compromisarios lo respeten, porque los que votan en el congreso no son los mismos que lo hicieron en las sedes y porque en la elección de los delegados cuentan mucho los aparatos provinciales del partido. Por eso, Santamaría, ganadora en la mitad de las provincias, no lo tiene aún todo perdido.

Si finalmente no hay lista de integración, como piden muchos barones regionales --Andalucía ha aportado a la exvicepresidenta el 54% de sus sufragios-- , en el congreso se enfrentarán dos alas del PP, la que representa Santamaría, el rajoyismo moderado y pragmático, con una imagen más de centro, y la que encarna el dúo Casado-Cospedal, más ideológica, más conservadora, una especie de retorno al aznarismo con la cara juvenil del candidato. De quién sea el vencedor dependerá el futuro del PP y de la derecha española.