La noticia de que el biólogo chino He Jiankui modificó genéticamente dos embriones (unas gemelas que ya han nacido) ha impactado de manera notable a la comunidad científica y enciende las alarmas éticas. La técnica conocida como Crispr/Cas9, una tecnología de edición genética implantada hace unos cinco años, ha tenido un desarrollo experimental y está previsto que se utilice pronto en ensayos clínicos con humanos para combatir enfermedades graves. Hasta ahora, sin embargo, estas tijeras moleculares que permiten la modificación del ADN no habían sobrepasado la frontera de la curación para entrar en el terreno pantanoso de la eugenesia, es decir, la mejora de las características físicas en humanos, en este caso aplicada a embriones para prevenir hipotéticamente la infección del virus del sida. El experimento, aún por comprobar si tendrá el éxito que asegura el investigador chino, siendo revolucionario a nivel científico abre un debate inaplazable sobre los límites de la investigación. De facto, existe una moratoria global, y entidades como la Asociación Internacional para la Investigación y la Innovación Responsable en la Edición del Genoma proponen instaurar un marco integral que defina las fronteras éticas de la ciencia. Nos hallamos ante el umbral de un futuro inquietante. Conviene cuanto antes una regulación efectiva y moralmente rígida a nivel internacional que evite desmanes hoy por hoy impredecibles.