Después de años de crecimiento eufórico, la crisis económica en España desencadenó el comportamiento contrario: familias y empresas redujeron gastos y frenaron inversiones, a la vez que la banca cerraba el grifo del crédito. Empezó entonces un proceso de desendeudamiento que no ha tocado a su fin hasta casi una década después. El pasado junio, el sector privado aumentó su financiación externa el 0,58% respecto a mayo (hasta los 1,59 billones de euros), y un 0,1% respecto a un año antes. Unos tímidos porcentajes que, sin embargo, apuntan a un cambio de tendencia. Que familias y empresas vuelvan a recurrir en términos generales al crédito podría atribuirse a que las perspectivas económicas son ahora mejores. Si la demanda privada y las inversiones echan el freno, la economía se resiente. Si la rueda vuelve a girar, los beneficios se extienden a todos los sectores. Sin embargo, las experiencias del pasado invitan a extremar la prudencia. El pasado junio se concedieron el 18,7% más de hipotecas que 12 meses antes, el 14,9% más de créditos al consumo y el 3,2% más de préstamos a empresas. Pero los supervisores ya han lanzado advertencias que no deben ser desoídas. Una restricción estricta de los préstamos trunca proyectos que harían avanzar la economía, pero es imperativo no volver al extremo opuesto. Es hora de comprobar si se ha aprendido de los errores del pasado.