Más allá del dato objetivo del tiempo que se ahorra en el trayecto, y de las incomodidades que se dejan atrás (ese autobús «provisional» desde Antequera que ha estado cuatro años circulando), el estreno del AVE a Granada reviste para Córdoba cierta simbología del acercamiento de dos capitales hermanadas por un patrimonio cultural único y un atractivo singular. Los granadinos, que han sufrido la traba inconcebible de verse privados de transporte ferroviario desde el año 2015, recuperan ahora las posibilidades de conexión, en alta velocidad, hacia Madrid --su principal objetivo desde el punto de vista del turismo y los negocios-- , un trayecto de 568 kilómetros que se recorrerá en poco más de tres horas. Habrá también conexión con Barcelona en 6 horas y 27 minutos, y hacia Córdoba en apenas una hora y veinte minutos. El enlace con Almería sigue por vías tradicionales, pero también los almerienses verán aliviado su trayecto hacia Madrid. Y todo ello a pesar de que en el tramo final hacia Granada los trenes no pueden desarrollar su velocidad plena. Finalmente, desde Jaén hay una justificada preocupación por su aislamiento, que deberá ser tenido en cuenta en las próximas agendas políticas. Granada ve cumplida su aspiración tras casi dos décadas de espera, pero todavía falta mucho para que Andalucía esté realmente articulada por la alta velocidad.

Pero, ¿y Córdoba? En este momento es natural que Granada no piense en Córdoba, sino en las ventajas que va a depararle su conexión con Madrid. Pero nuestra ciudad sí piensa en Granada, con la esperanza, como señalaban ayer representantes del sector turístico, de que los trenes no solo pasen, sino que paren, que los turistas combinen los dos destinos, dada la similitud del perfil de los visitantes de ambas ciudades, que buscan un turismo monumental y cultural, unos entornos urbanos amables y de gran belleza, historia, tradiciones, gastronomía y cercanía a parajes naturales. No en vano los alcaldes de Granada, Sevilla, Málaga y Córdoba firmaron en el 2016 un acuerdo de cooperación entre las cuatro ciudades con vistas a la creación de un potente reclamo turístico enfocado hacia Europa.

Pero no es solo turismo. Córdoba debe acercarse a Granada, e invitar a Granada a hacer lo propio. La competencia entre capitales es un hecho objetivo, pero esa competencia puede ser también colaboradora y fructífera. La actividad de las universidades, académica y de investigación, de los sectores profesionales, empresariales y agrícolas, de la medicina, de la artesanía, nuevas tecnologías... El tren de alta velocidad puede unir más a un territorio, como el andaluz, que tiene en su enorme tamaño y malas comunicaciones un factor de alejamiento entre sus distintas realidades. Aprovechar este cambio, sin exagerar sus posibilidades, para buscar nuevos escenarios de interacción diría mucho del deseo de dinamismo de la sociedad cordobesa.