La diferencia de solo unas decenas de votos que ha dado la victoria a Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK) frente al muy conservador Friedrich Merz para suceder a Angela Merkel al frente de la CDU subraya la división del partido y el daño que el auge de Alternativa para Alemania (AfD, extrema derecha) ha causado en la familia democristiana. Cuando el riesgo de fractura es tan grande como se desprende de la votación de los delegados, resulta arriesgado hablar de continuidad y es más verosímil esperar de AKK la incorporación a su tarea de alguno de los eslóganes de Merz en aras de la cohesión. Eso incluye atender la exigencia de una parte muy importante de la militancia del partido, en extremo crítica con la gestión que hizo Merkel de la crisis migratoria en el 2015, y endurecer la relación con los socialdemócratas en el seno de la gran coalición, aunque esto complique el funcionamiento del Gobierno. Con los vaticinios de las encuestas a la baja y la proliferación de voces que creen que solo la derechización del partido puede contener el crecimiento de AfD, es improbable que AKK pueda emular a la cancillera en su capacidad de resistencia y evitar el giro conservador. En todo caso, la llamada a la unidad de la nueva presidenta incluye incorporar a la orientación del partido partes sustantivas del programa de Merz, propuestas pensadas para contener la progresión del voto ultra, estrategia en voga en el conservadurismo europeo.