Llegó la jornada de reflexión, poniendo fin a una campaña de las elecciones generales que comenzó mucho antes del 12 de abril y que continuará, en los preparativos de las municipales, europeas y autonómicas del 26 de mayo, a partir del lunes. Una campaña que empezó con una extraordinaria agresividad en las posiciones y que no ha dado un minuto de respiro a los candidatos. Bajo el mensaje de que la cita de mañana, 28 de abril, es crucial para el futuro de España, los electores se encuentran ante un escenario dividido en dos bloques, enormemente polarizados y que dejan poco espacio a las tradicionales posiciones moderadas de los votantes españoles. Por una parte, el PSOE de Pedro Sánchez, que parte en las encuestas como ganador, pero que, atendiendo también a los sondeos, necesitará apoyos para formar gobierno si consigue situarse a la cabeza en el escrutinio. Apoyos que, si Ciudadanos mantiene su radical negativa, deberán venir de la formación que encabeza Pablo Iglesias, Unidas Podemos, y tal vez de los partidos independentistas, situación que ha sido un arma dialéctica para los partidos de la derecha, dado que el problema del secesionismo en Cataluña sigue marcando, por desgracia, la agenda política de España. En el otro bloque estarían el Partido Popular de Pablo Casado, los liberales de Ciudadanos con Albert Rivera al frente, y la incógnita de Vox, con un Santiago Abascal favorecido por las encuestas y que, sin atender prácticamente a la prensa, ha difundido sus mensajes mediante actos públicos multitudinarios y en las redes sociales. El hipotético gobierno de PP y Ciudadanos, también según las encuestas, precisaría del discutido respaldo de Vox, como en Andalucía.

Dos debates celebrados en el tramo final han permitido a los ciudadanos conocer mejor a los candidatos y sus propuestas, si bien estos encuentros han estado también presididos por momentos tensos e intercambios de acusaciones en los que la palabra «mentira» se ha repetido tanto --los medios de comunicación hemos destapado medias verdades o manipulaciones-- que al final se hace difícil confiar en los mensajes de los líderes políticos. Temas clave de la campaña han sido, junto con la preocupación por la deriva catalana, los relativos al feminismo (Vox ha introducido en el escenario sus dudas sobre la violencia de género y las políticas de protección a la mujer), al empleo, a los impuestos --otra arma arrojadiza--, a las pensiones... Pero ha habido más propuestas genéricas que planes de actuación convincentes. Mientras desde las posiciones de izquierdas se señala la amenaza de regresión en derechos, libertades y prestaciones, desde la derecha se reitera el riesgo de «romper España» y del hundimiento económico como consecuencia de la aplicación de políticas sociales y subida de impuestos.

La campaña ha terminado, y mañana por la noche será el momento de averiguar la «decisión» de ese alto porcentaje de indecisos que no ha desvelado su intención de voto. Todo apunta a que, tras el 28-A, llegará un 29-A lleno de dificultades.