El brexit va camino de convertirse en la historia interminable. Un aplazamiento de la fecha de salida es muy posible, pero mientras, los efectos negativos de la incertidumbre se sumarán al desconcierto político y económico ya existente. Theresa May someterá a votación por segunda vez su plan de divorcio de la UE no más tarde del 12 de marzo. Considerando que la fecha para la salida es el 29 de marzo no queda mucho tiempo para completar el proceso legislativo. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, no descarta la prórroga, pero tiene que ser Londres quien la pida. Con esta dilación, May pretende evitar mayores males en el seno de su partido, que ha visto el reciente abandono de varios diputados. Y también darle la vuelta a la espectacular derrota que sufrió en los Comunes cuando sometió por primera vez a votación su plan pactado con Bruselas. El posible aplazamiento, o un hipotético segundo referéndum como barajan ahora los laboristas, plantea una complicación para la UE ya que el 26 de mayo hay elecciones al Parlamento Europeo. Desde la Unión se favorece la existencia de un compromiso entre conservadores y laboristas para la aprobación del acuerdo, algo que dada la relevancia del divorcio tenía que haber sido el punto de partida. Que sea el de llegada después de tantos desacuerdos y enfrentamientos revela la alta toxicidad de una decisión basada en el engaño y la política de vuelo gallináceo.