No podía ser de otra manera. Los tres bomberos sevillanos han sido declarados inocentes en Grecia de la acusación de tentativa de tráfico de personas cuando realizaban tareas humanitarias de rescate en Lesbos. Ya la detención y los cargos presentados contra ellos resultaban absurdos, un ejercicio de cinismo al convertir en delito la ayuda desinteresada a los refugiados. Los tres «héroes de Sevilla», como se conoce a Manuel Blanco, Julio Latorre y José Enrique Rodríguez, de la ONG Proem-Aid, han pasado dos años de angustia desde que el 14 de enero de 2016 decidieron ayudar a una ONG danesa que había recibido un aviso de varias embarcaciones con refugiados a la deriva. Las lanchas ya habían sido rescatadas, por lo que decidieron volver y fueron detenidos, y ahí empezó una odisea que terminó ayer, cuando desde España viajaron a Grecia y, pese a los esfuerzos de la fiscalía, la jueza los puso en libertad. «Salvar vidas no es delito», señaló Blanco tras el juicio. Y ahí reside la clave de la vergüenza que supone esta acusación, pues, de prosperar, hubiera echado por tierra definitivamente la escasa humanidad que parece quedarle a la UE con los refugiados. Con los bomberos viajó una delegación andaluza --incluida la consejera de Justicia, Rosa Aguilar, que declaró a petición de la defensa--, una iniciativa excelente de apoyo a estos hombres solidarios y a la causa humanitaria inexcusable de la ayuda a los refugiados.