Un nuevo apagón, amenazas veladas de Nicolás Maduro a la oposición, inquietud internacional, advertencias inquietantes de EEUU, tropas rusas en Caracas y sufrimiento de la población venezolana dibujan la situación transcurridos dos meses desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente encargado de Venezuela. La situación en el país ha quedado bloqueada sin que ninguna de las partes enfrentadas haya logrado ventajas significativas. Los vaticinios acerca de la progresiva decantación del Ejército no se han cumplido pese al goteo de deserciones que coincidió con el cierre de fronteras para cortar el paso a los convoyes de ayuda llegados a Colombia y Brasil. Tampoco ha ido en aumento la presión internacional después del reconocimiento de Guaidó por más de 50 países. Lo que sí ha sucedido a raíz de la detención de Roberto Marrero, hombre de extrema confianza de Guaidó, es que se ha concretado en el campo chavista algún indicio de división interna entre los partidarios de una resistencia modulada (el grupo de fieles a Maduro) y el de los que promueven una resistencia agresiva (Diosdado Cabello). Diríase que detrás del arresto se halla el núcleo duro del régimen y detrás de la permisividad que ha permitido regresar a Guaidó a Venezuela se encuentran los allegados al presidente en ejercicio. Pero esta división está lejos de aclarar siquiera aproximadamente qué deparará el futuro.