Hace unos años se puso de moda el término «desafección» para definir el estado de opinión ante la situación política. Por supuesto, sobre la base de una crisis durísima que destapó las grandes debilidades de nuestra economía.

¿Y hoy? la comparación política con entonces es, sencillamente, imposible. Todo lo que podía empeorar y mucho más, lo ha hecho. La «desafección» es un recuerdo «exótico» como poco.

El inmenso problema para la economía es que no ocupa la prioridad, tras la salud, de la agenda política.

Así lo dicen y reflejan los informes y las estadísticas que resultan de hechos, no de ideas ni opiniones, y que nos vienen de la Unión Europea, donde pertenecemos. Una UE que ha acordado ayudarnos siempre y cuando nos queramos ayudar a nosotros mismos.

Pero para eso hay que situar a la sociedad, a los ciudadanos, por encima. Darles confianza en momentos tan decisivos mostrando resolución y determinación para salir de esta con todos los recursos posibles a nuestro alcance y con un plan, sobre todo con un plan.

Lo ha dicho el comisario de Economía, Paolo Gentiloni: «aquí no hay enfoques filosóficos, hay proyectos, resultados y evaluaciones».