El viraje de la Italia del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) y la Liga de Matteo Salvini hacia China ya empieza a ser algo más real. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha confirmado esta semana que Italia firmará un memorando de entendimiento para adherirse a la llamada Ruta de la Seda, el gigantesco plan chino de inversiones masivas en infraestructuras y otras áreas en los cinco continentes.

"Lo hemos negociado por muchos meses y (el resultado final) es un texto muy equilibrado y mutuamente ventajoso", ha dicho Conte, al sugerir que la firma del acuerdo se podría producir entre el 22 y 24 de marzo, en ocasión de la visita a Roma del presidente chino, Xi Jinping. "No está en discusión nuestra colocación euro-atlántica y no hay riesgos de colonización", agregó Conte, al intentar echar un jarro de agua fría a la irritación de Estados Unidos y la Unión Europea.

Ambos preocupados por la decisión de un país miembro del G7 y socio fundador de la Unión Europea, Italia, que, justo ahora se encuentra nuevamente en dificultades económicas —la economía italiana fue declarada en enero en recesión técnica—, se entrega a un plan criticado por algunos como un instrumento de China para dominar el mundo. En verdad, las reales consecuencias de este acuerdo están por verse y, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, el asunto podría acabar en papel mojado o aportar beneficios concretos mínimos para Italia. Pero el mensaje de apoyo que Italia le está enviado a China tiene un claro contenido político, como subraya el economista Giuseppe Gabusi de la Universidad de Turín.

Para vincularse con China no era necesario firmar un memorando, lo que significa que lo que se está concediendo es un claro apoyo político al plan económico que el Partido Comunista chino considera hoy su prioridad absoluta", afirma Gabusi. De ahí, como dice el analista geopolítico Lucio Caracciolo, la ira de los Estados Unidos, país que desde hace meses vive una guerra comercial con China. "Podrían haber represalias (de Estados Unidos contra Italia). Dependerá mucho de si esta nueva relación se limitará solo a incrementar el comercio, o si abarcará también en otras áreas", afirma el analista. "Lógicamente los estadounidense tienen herramientas de presión, como disminuir las compras de títulos de Estado italianos", añade Caracciolo.

El miércoles, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Mike Pompeo, manifestó abiertamente sus críticas, tras que anteriormente desde Washington se filtraran otras voces en la misma dirección. "Estados Unidos le pide a Italia evaluar el acuerdo con atención", dijo Pompeo, quien ya antes había subrayado su preocupación por la "trampa de la deuda" china. Que es lo que por ejemplo ya ocurrió en Sri Lanka, país que ha tenido que ceder su puerto de Hambantota a una empresa de Pekín al no poder devolver lo invertido anteriormente por China.

Otra es la posición de la UE que el lunes emitió un documento con diez acciones para hacer frente de manera unitaria a la política expansionista de China, un país que es un socio "estratégico" y "un competidor", según se subrayó. Argumentación, esta, que fue mal digerida en Roma, por los mayores intercambios comerciales que mantienen hoy día otros países europeos con Pekín, como Alemania y Francia. Otro temor de la UE es que el plan chino pueda influenciar a Italia a la hora de tomar posiciones comunes europeas, por ejemplo para criticar a China sobre los derechos humanos, o decidir nombramientos en puestos internacionales.

"Italia es el país fuerte de los países débiles. Su peso es infinitamente superior al de Grecia, Chipre o Portugal, que ya adhirieron a la nueva Ruta de la Seda, o ya han cedido a Pekín el control de infraestructuras importantes", razona Ricardo Alcaro, investigador del centro de estudios Asuntos Internacionales de Roma. En el trasfondo del debate también está el caso de Huawei, que Estados Unidos quiere excluir del desarrollo del 5G, por el temor de que el Gobierno chino pueda adquirir datos sensibles a través de esta red. Sin embargo, de esto —de momento— no hay mención alguna en el borrador del acuerdo que fue filtrado esta semana en Italia.