El próximo martes, Bankia cumplirá el quinto aniversario desde que Europa aprobó el plan de reestructuración y presentamos nuestro primer plan estratégico. El plan de reestructuración termina el próximo mes, según lo previsto inicialmente, una vez que se han conseguido todos los hitos marcados en el mismo.

Durante estos cinco complejos años hemos tenido que tomar decisiones difíciles y trabajar duramente guiados por el único propósito de generar el máximo valor para nuestros accionistas y el resto de grupos con los que nos relacionamos. Este trabajo nos ha permitido avanzar en el proceso de devolución de ayudas y, hasta la fecha, hemos generado para el Estado un total de 1.838 millones. No hay que olvidar, además, los cerca de 5.000 millones que Bankia ha devuelto a preferentistas y accionistas minoritarios y que el Estado posee hoy en día una participación en la entidad valorada en alrededor de 7.700 millones de euros.

Cada uno de los aniversarios, que en Bankia celebramos con orgullo por la transformación que ha supuesto para el banco, se vuelve a poner en el debate público la cuestión de si sigue estando justificado el rescate financiero que necesitaron algunas entidades españolas. Si queremos llegar a comprender realmente el proceso por el que las ayudas fueron recibidas por la banca, el punto de partida quizá está en entender por qué se rescata un banco y a quién se rescata.

El destino de las ayudas

Muchos han cuestionado el hecho de que las ayudas fueran dirigidas a salvar a los banqueros, a los accionistas y a los empleados del banco. Sin embargo, nada de esto sucedió: el salvamento no benefició a los consejeros de Bankia, que fueron destituidos sin recibir ninguna indemnización. Tampoco fueron rescatados los accionistas, que perdieron tristemente todo su capital invertido. Y de ninguna manera el rescate fue destinado a proteger a los empleados del banco, que, desgraciadamente, tuvieron que sufrir un doloroso ajuste con una drástica reducción de la plantilla y de sus condiciones económicas.

Así que el plan de rescate de Bankia se diseñó con el único y legítimo propósito de salvar a las personas. A los depositantes del banco, que tienen un seguro sobre los primeros 100.000 euros depositados en cualquier banco, bajo el sistema de protección del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD). Si Bankia no hubiera sido rescatada, este fondo habría tenido que hacer frente a 60.580 millones de los depositantes de la entidad, casi el triple del dinero público que efectivamente se inyectó en Bankia (22.424 millones de euros), importe que en aquel momento no tenía el FGD.

¿Quién hubiese aportado ese dinero? ¿Y qué hubiera pasado con el resto de depósitos por valor de más de 52.000 millones que no estaban cubiertos por el fondo? Lo hubiesen perdido todo. ¿Y con los empleados? La caída de Bankia habría significado también la extinción de más de 21.000 puestos de trabajo.

Hay quien ha argumentado que muchos de estos impactos provocados al dejar caer a Bankia se habrían mitigado con la propia liquidación de la entidad. Frente a ello hay dos aspectos que se deben considerar. El primero es que la liquidación de un banco del tamaño de Bankia habría generado una gran inestabilidad en todo el sistema. Esta es la razón por la que no conozco ninguna experiencia de este tipo en un banco comercial de una dimensión relevante. Y si esto es así siempre, lo es especialmente en una situación de debilidad del sistema bancario como la que había entonces en España.

El segundo aspecto a considerar es la enorme dificultad de este tipo de operaciones. Efectivamente, la liquidación de un banco de estas características significa una enorme pérdida de valor y exige unos niveles de liquidez adicionales que es difícil saber quién los iba a proveer.

Impacto en la economía

La cuestión de si fue oportuno o no el rescate también debe abordarse desde un punto de vista macroeconómico. En ese momento, la prima de riesgo de España cotizaba por encima de los 600 puntos y el paso de los años y la evolución de este indicador ha demostrado la oportunidad y acierto del plan de salvamento. Aunque el descenso de la prima de riesgo no se justifica únicamente por la mejora del sistema bancario, este fue (y sigue siendo) clave en su evolución.

Es importante subrayar que la prima de riesgo no es un concepto etéreo, afecta de manera directa a los ciudadanos desde, al menos, dos perspectivas. Por un lado, fija el coste de financiación de un país. Por cada reducción de 100 puntos básicos, los contribuyentes españoles nos ahorramos alrededor de 10.000 millones anuales en el pago de intereses, lo que supone que en dos años se logra compensar el importe de las ayudas públicas inyectado a Bankia.

Por otro lado, el aumento del coste de financiación de un país tiene una repercusión directa en el coste de financiación de sus empresas y ciudadanos. Y la mejora ha sido significativa: hoy las pequeñas empresas españolas pagan unos intereses inferiores a las alemanas (2,5% por 2,6%) y los hogares españoles tenemos las segundas hipotecas más baratas de la Eurozona.

Seguir creando valor

Estos son los contrafactuales a los que nos enfrentamos. El rescate a Bankia tuvo, por tanto, unos efectos directos en la actividad del banco, en la economía española y en sus ciudadanos que deben tenerse en cuenta a la hora de abordar este debate.

Garantizar la existencia del banco ha significado mantener el empleo de 13.500 personas, dando continuidad a una actividad que solo en el último año ha tenido una contribución al PIB español de más de 4.600 millones. Y ha permitido mantener un competidor en el sector financiero español que sirve a las familias y empresas con una oferta más diversificada y equilibrada para apoyar el crecimiento de nuestra economía.

Bankia es hoy una entidad completamente distinta de la que apeló a la solidaridad y apoyo de los contribuyentes. Hemos trabajado y continuamos trabajando para generar el máximo valor y aumentar todo lo posible la devolución de ayudas. Pero, con independencia del saldo final que resulte de la completa privatización, el rescate solo puede entenderse como una decisión positiva para España. Sigamos trabajando.