Los avances tecnológicos prometen revolucionar el mercado laboral en todo el mundo y los trabajadores españoles son conscientes de ello. La omnipresencia de las máquinas y la automatización de los procesos entrañan bondades y también riesgos, aunque estos últimos todavía son percibidos como lejanos. Apenas uno de cada diez ocupados en España considera que su puesto de trabajo esté amenazado por la irrupción de una máquina o software, tal como indica un reciente estudio elaborado a cuatro bandas entre el instituto Future For Work, la consultora Randstad, el sindicato UGT y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). No obstante, si la mirada se alarga a diez años vista, la amenaza laboral se extiende a uno de cada cinco trabajadores.

El catedrático de economía aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, acaba de publicar un manual sobre una de las posibles herramientas para paliar algunos de sus efectos más nocivos. El libro La renta básica (Ed. Deusto) se propone analizar los pros y los contras de esta medida, así como su trayectoria teórica y práctica hasta la fecha.

Torres cuenta que la relación entre la renta básica y la automatización es un debate que viene de lejos. Ya en la Holanda de los 80 ésta se introdujo en las esferas sindicales, donde empieza una discusión con el run-run de fondo de «los robots están llegando».

La renta básica es una prestación que, a grandes rasgos, cobra una persona como ingreso mínimo vital por el mero hecho de ser ciudadano, pero asegura que actualmente no puede aplicarse en España. «La gran dependencia que tenemos de un sector servicios de bajo valor añadido dificulta generar políticas redistributivas ambiciosas», declara. Los detractores de esta medida alegan que ese ingreso mínimo desincentiva la búsqueda de empleo de determinadas capas de la población.