Puig, el gigante de la perfumería, alcanzó el pasado año unos beneficios de 242 millones de euros, el 6% más que el año anterior, cifra nunca alcanzada por la multinacional. Y esa cantidad de ganancias se consiguió en un contexto de estabilización de las ventas, 1.933 millones, frente a los 1.935 millones del 2017, y gracias a la gestión adecuada del portfolio de marcas. El presidente y consejero delegado de la firma, Marc Puig, reconoció ayer la moderación del crecimiento de la facturación, que achacó a cambios en la normativa contable y tipos de cambio. Si no, habría aumentado el 5%.

El propietario de marcas como Carolina Herrera, Nina Ricci, Paco Rabanne o Jean Paul Gaultier, entre otras decenas de enseñas de prestigio, mantiene su vocación internacional, ya que el 86% de las ventas las consigue en el extranjero. De apellido tan ilustre como desconocido como marca comercial, el emporio Puig sigue a la cabeza mundial del mercado de productos de lujo, entre las 10 mayores firmas del sector, aunque con crecimientos por debajo de la media de los líderes (en torno al 9%).

«Puig no es marca comercial», reconocía el presidente de la firma para explicar esa estrategia diversificadora en la que cada vez es más difícil asociar la familia con su obra empresarial.

En la actualidad, Puig vende sus productos en más de 150 países y cuenta con filiales en 26 de ellos. Además de sus marcas propias, cuenta con licencias de marcas como Prada, Christian Louboutin y Comme des Garçons, Dries van Noten, Penhaligon’s, L’Artisan Parfumeur, Loto del Sur, Kama Ayurveda... El año pasado, en el mercado español las ventas cayeron un 3%, descenso que Puig atribuyó al cierre de algunas cadenas de perfumería.

En mercados emergentes, las ventas crecieron el 4%, y suponen el 41% del total. La multinacional espera incrementar la facturación hasta los 3.000 millones en el 2025, aunque la mayor parte de las ventas se las lleva Paco Rabanne y Carolina Herrera.