El mundo cambia el rumbo hacia la electrificación con la excusa de emitir menos CO2. Con una inversión en el sector eléctrico de 750.000 millones, por encima de la inversión en petróleo y gas (715.000 millones), en el 2017 se ha invertido un 2% menos en energía, 1,8 billones de dólares, debido al estancamiento en el gasto de combustibles fósiles y la menor capacidad del carbón, las centrales hidroeléctricas y las plantas de energía nuclear.

Son los datos de la última revisión de la Agencia Internacional de Energía (AIE) que, sin embargo, subraya que este aumento en electricidad se debe sobre todo a la inversión redes; pero el gasto global conjunto en energías renovables y eficiencia energética disminuyó un 3% en el año 2017 y corre el riesgo de ralentizarse aún más en el 2018, debido a que la inversión en generación eléctrica a partir de energías renovables, que representó dos tercios del gasto total, cayó un 7% en el 2017, y el crecimiento de la inversión en eficiencia energética (3%) no pudo compensar ese descenso.

Una situación que según explica a EL PERIÓDICO el director de programas de esta agencia, Alessandro Blasi, supone que hay “un aumento del papel de la electricidad en la inversión global, pero no que se esté produciendo una descarbonización del sistema eléctrico".

Contribuyen menos otras fuentes

“Tenemos más electricidad que proviene de la energía solar y eólica, pero vemos que se está reduciendo la contribución de otras fuentes de electricidad que no generan emisiones como la energía hidroeléctrica o la nuclear, (…) lo que realmente necesitamos para la descarbonización del sistema es una aceleración muy, muy grande de la inversión en renovables y en eficiencia energética, y no vemos que esto ocurra”, sostuvo Blasi.

En el caso de Estados Unidos, según la aplicación 'electricityMap', producir un kilowatio de electricidad tiene un coste energético de 533 gramos de CO2 con el carbón (49%) y el gas (24%) como principales fuentes de generación; mientras otros países como Francia tienen una huella de carbono de 59 gramos y sus principales fuentes de energía son la nuclear (70 %) y la hidráulica (10 %).

España no quiere perder el tren

En medio de ambos está España que tiene una huella de carbono, según electricityMap, de 235 gramos por cada kilowatio de electricidad debido al carbón (51%) y al gas (30%), mientras sus fuentes principales de energía son la nuclear (16%), el gas (15%), el carbón (15%), la hidráulica (15%) o la solar (15%).

El nuevo Gobierno no quiere perder el tren global y ya mostró sus intenciones en su presentación al mundo con un ministerio de Transición Ecológica (que unifica medio ambiente y energía), así como las de la propia ministra Teresa Ribera de apostar por las renovables en detrimento del carbón y de la energía nuclear.

Además, Ribera anunció un cambio de rumbo en relación a su predecesor, Álvaro Nadal, con la intención de devolver los peajes eléctricos a la CNMC, motivo de uno de los cinco procedimientos de infracción que España tiene abiertos en la Comisión Europea.

Sector transportes

Sonada fue la frase de la ministra sobre una hipotética desaparición del diesel, algo que desde la AIE consideran lejano a pesar del récord de ventas en el 2017, impulsado por el sector público, con tres millones de coches (de 1.000 millones en total).

"Hay una importante penetración, pero tomará tiempo antes de que estas nuevas tecnologías sean capaces de alcanzar y desplazar al petróleo", precisó Blassi quien hizo hincapié en lo mucho que se centra el debate en los coches y lo poco que se hace en los camiones que son "la mayor parte de la demanda petrolera en el sector transportes".