La esperanzadora fusión entre Fiat Chrysler Automobiles (FCA) y el grupo Renault, con la que muchos soñaban, ha fracasado menos de dos semanas después de su anuncio y en Italia lo achacan, entre otros motivos, a que había un gran número de sujetos involucrados. FCA había propuesto el pasado 27 de mayo a Renault una fusión entre iguales que habría dado un vuelco a la industria automovilística y habría creado un nuevo líder mundial por volumen de ventas: 15,5 millones de vehículos, si se incluye a Nissan y Mitsubishi, y 8,7 millones sin los socios japoneses del fabricante francés.

Pero solo una semana después las conversaciones se vieron frustradas y Fiat comunicó que retiraba su oferta, debido a que no se daban las condiciones políticas en Francia. «La fusión no se podía llevar a cabo, era demasiado complicada. Habría sido posible si en la operación solo hubieran estado Fiat y Renault, pero para empezar había un tercer sujeto, Nissan, del que dependía todo», explica el profesor y economista Giuseppe Berta, director del archivo histórico de Fiat desde 1996 al 2002.

El Gobierno francés consiguió que en el acuerdo hubiera un compromiso sobre la preservación de empleos y las plantas en Francia, sobre la gobernanza del grupo resultante y sobre su participación en la iniciativa franco-alemana para las baterías eléctricas. Además supeditó su visto bueno al «apoyo explícito de Nissan». Demasiados frentes y un inconveniente fundamental: «No estaba siendo una negociación empresarial, sino política», opina Berta. «No se puede mirar a estas alianzas con una visión del pasado, como se han hecho hasta ahora», sostiene.

Berta cree que Fiat está en una posición de debilidad en Europa. La solución que ve es que el grupo busque acuerdos puntuales, por ejemplo con Hyundai, con el fin de potenciar sus carencias en un momento en el que «está naciendo la industria de la movilidad que está cambiando el sector del automóvil».