Considerada una de las mujeres más poderosas del planeta por la revista 'Forbes', Nicolas Sarkozy convirtió en 2007 a Christine Lagarde en la primera ministra de Economía de Francia. Su dominio del inglés, una carrera brillante cimentada en reputados gabinetes de abogados de EEUU y una buena agenda de contactos la propulsaron a un puesto clave en vísperas del estallido de la gran crisis financiera internacional.

Antes había ocupado la cartera de Comercio Exterior en el Gabinete de Dominique de Villepin tras renunciar a los 800.000 euros anuales que cobraba en Baker & McKenzie, donde fue la primera mujer en liderar este famoso bufete en el que trabajó durante 18 años.

El nombre de esta abogada de 63 años acaba apareciendo siempre en las quinielas para ocupar puestos de relevancia en organismos financieros internacionales. Lo hizo en el 2011, cuando llegó al Fondo Monetario Internacional (FMI) tras la caída en desgracia de su director gerente, el también francés Dominique Strauss-Kahn, que fue acusado de un intento de violación.

IMPLACABLE CON GRECIA

Desde sus 1,80 metros de altura, esta antigua campeona de natación sincronizada, tiene fama de tenaz y dura negociadora. Los griegos lo saben bien, porque fue implacable cuando Atenas aceptó unas condiciones draconianas a cambio de un rescate que evitó su salida del euro.

Pocas cosas parecen amilanar a Lagarde. Ni los comentarios machistas que se ha ido encontrando en su carrera ni las citas judiciales por el llamado caso Tapie, el empresario amigo de Sarkozy que se embolsó una indemnización de 405 millones de euros con cargo al erario público gracias a la intervención de Lagarde, entonces ministra de Economía, que optó por acudir a un arbitraje privado y no a la justicia ordinaria para resolver el litigio que le enfrentaba con el Estado francés.

IMPUTADA POR NEGLIGENCIA

Aunque en agosto del 2014 Lagarde fue imputada por "negligencia", abandonó el tribunal con una sonrisa y volvió a Washington a trabajar esa misma tarde sin intención alguna de renunciar a renovar su mandato al frente del FMI.

Hija de un profesor de inglés y de una agregada de latín, Lagarde fue una alumna ejemplar. A los 17 años logró una beca para estudiar en un escuela femenina privada de EEUU y cuando volvió a Francia encadenó un diploma tras otro -inglés, estudios políticos y derecho social- aunque se le resistió dos veces la famosa ENA, la Escuela Nacional de Administración en la que se forman las élites francesas.

Según cuenta en la biografía Investigación sobre la mujer más poderosa de Francia (Michel Lafont, 2010) de las periodistas Cyrille Lachèvre y Marine Visot, tiene debilidad por el chocolate con leche y en su bolso lleva siempre un abanico y un chal por si hay cambios repentinos de temperatura en la sala de negociación. Y le atribuyen esta frase: "Las mujeres son como las bolsas de té, sacan toda su fuerza cuando se meten en el agua".