—La entrada en vigor de la limitación de 95 gramos de emisiones por kilómetro en la UE para el 2021 va a obligar a cambiar muchas cosas en el sector del automóvil. ¿Están preparados?

—Es cierto que el mundo va a cambiar mucho en dos años. Y el Grupo Volkswagen tiene un plan que cumplir. Tenemos que llegar tanto por plazos de entrega como por oferta de vehículos eléctricos, y creo que lo haremos. Hoy en día estamos a 25 gramos de emisiones para conseguir el objetivo marcado en el 2021; de seguir así, eso representaría multas de unos 30.000 millones de euros, más de tres años de beneficios de la industria del automóvil europea. Es por ello que hay que trabajar. Hay riesgos, es evidente, pero vamos a conseguirlo. Disponemos de una gama de vehículos electrificados en muchos segmentos y con la llegada de coches como el Volkswagen ID y el Seat El-Born conseguiremos modelos preparados por menos de 30.000 euros. También trabajamos para ampliar la red de recarga en Europa. Y todo ello supondrá la necesidad de preparar nuestras fábricas para esa transformación con la introducción de las baterías en el proceso productivo.

—La llegada del coche eléctrico supondrá menos piezas, menos horas de trabajo y menos mano de obra. ¿Habrá despidos?

—No se pueden mantener las estructuras como hasta ahora con el coche eléctrico, está claro. La electrificación va a costar puestos de trabajo, pero tenemos tiempo para adaptarnos. La transformación del sector será bastante rápida para nosotros, pero pienso que la situación será manejable. Disponemos de planes establecidos de reducción de plantilla con prejubilaciones e incentivos para aplicar en las plantas donde vamos a producir coches eléctricos. Tenemos acuerdos con los sindicatos para un periodo de 5 a 10 años para reducir plantillas, lo hemos dicho abiertamente, y es una situación que no se puede remediar.

—¿Son necesarias fábricas específicas para el vehículo eléctrico o la producción puede coexistir con la de modelos convencionales?

—Pienso que es muy necesario, aunque cada fábrica es un caso especial y las necesidades industriales son diferentes. Hemos diseñado una plataforma específica para los coches eléctricos y eso es una oportunidad, una ventaja que tenemos en el grupo respecto a algún competidor. Si dejas el motor térmico fuera del diseño y del proceso de producción, cuentas con mucho más espacio interior y se modifican algunos procesos de montaje. Eso nos permitirá optimizar las plantas para ese tipo de coche y, con ello, al ser solo plantas para coche eléctrico, ganaremos entre el 15% y el 20% de productividad.

—¿Donde afectará más ese cambio? ¿Habrá fábrica de coches eléctricos en España?

—Empiezo por la segunda pregunta. Ahora mismo no tenemos previsto que en las plantas que tenemos en España se vayan a producir coches eléctricos. Esas plantas cumplen con otras prioridades industriales. ¿Dónde afectará más el cambio de modelo productivo? Pues sobre todo en las cadenas de suministro, que también son muy diferentes, porque tienen que orientarse muchísimo hacia las baterías, no solo en la caja y en su ensamblaje, sino en la logística.

—¿Europa ha perdido la batalla de la producción de baterías, que ha quedado en manos de países asiáticos, en la carrera de la electrificación del automóvil?

—No es que la hayamos perdido, pero casi. Ellos son realmente fuertes y, si realmente queremos cumplir con lo estipulado en el Tratado de París de conseguir cero emisiones en el 2050, tenemos que trabajar ese tema. El Grupo Volkswagen cuenta con 10 plantas y considero que tenemos tiempo para ello. Pienso que es muy posible que se pueda llegar a algún acuerdo para crear un consorcio europeo de producción de baterías.

—¿Sería una solución fabricar baterías cerca de las factorías?

—Ayudaría mucho, sí. La batería tiene un peso muy importante y supone una gran tarea logística, además de emplearse en ellas materiales que pueden ser peligrosos. No digo que tengan que estar justo al lado, pero lo que sí es necesario es que se encuentren en un radio cercano, unos 200 kilómetros. Tesla, por ejemplo, emplea un tren que tarda dos horas en llegar de la factoría a la planta de ensamblaje. Eso sería una solución. Hoy en día las ensamblamos en Hungría y Polonia, y están demasiado lejos, con un coste logístico importante.

—¿Las limitaciones de emisiones y la electrificación han obligado al sector a ir mucho más deprisa a nivel tecnológico?

—En ese aspecto no tanto, porque está demostrado que a nivel de ingeniería el coche eléctrico funciona. Es cierto que es más caro de producir y comprar un coche eléctrico, y la fórmula solo funciona si la energía que emplea es renovable. Y es en la rapidez de la transformación industrial que eso supone donde habrá un coste de puestos de trabajo. Todo esto solo tiene sentido si tienes la energía apropiada.

—¿En qué situación se encuentra España?

—Aquí hay mucho sol y mucho viento. Por eso pienso que tiene sentido el coche eléctrico. Se puede hacer, aunque la pregunta es con qué rapidez. Es muy caro ya que requiere muchísima inversión industrial y en infraestructuras. Tenemos que saber, como sociedad, con qué rapidez podemos reducir puestos de trabajo sin romper el sistema. Solo hay que recordar lo sucedido en Francia con el anuncio de subir 10 céntimos el litro de gasoil. La nueva movilidad es cara, mucho más cara. Un ejemplo: un Seat Mii con emisiones de 95 gramos tendría que pagar 3.000 euros de multa en el 2030. ¿Quién lo asume? Por eso digo que hay que estudiarlo todo con detenimiento.

—¿Sin la infraestructura adecuada tampoco habría negocio?

—Bueno, con poca infraestructura también se puede funcionar. Alemania no está mucho mejor que España. Lo que está claro es que la mentalidad del usuario del coche eléctrico debe ser diferente. Tienes que saber cuándo recargas y dónde, pero haciendo bien los cálculos se puede ir de Barcelona a Berlín con cuatro o cinco paradas. Hay modelos con autonomía de 400 kilómetros y, por lo tanto, es una solución real.

—¿Cree que los gobiernos están por la labor?

—Hay que empujarlos. En Alemania estaban algo dubitativos a la hora de invertir en infraestructuras, pero poco a poco lo están haciendo. Han visto que si no invierten en infraestructura para el coche eléctrico no cumplirán con el Tratado de París. También es necesario dar un incentivo para el cambio al eléctrico. A los gobiernos les interesa cumplir con ello igual que a las marcas. Las protestas que se están dando en muchos países contra el cambio climático son un ejemplo de que hay preocupación social. Tienen todo el derecho a quejarse, porque es muy importante luchar para que les dejemos un mundo en condiciones. Eso cambia la mentalidad. No solo de los jóvenes. Ahora los políticos se enfrentan a una generación y a científicos que les están diciendo que no hay otra manera de hacerlo. Esa combinación pone ahora a los políticos bajo muchísima presión. Tal vez en España eso pasará más tarde, pero tarde o temprano ocurrirá.