La histórica jornada feminista del 8-M, con centenares de miles de mujeres y hombres desbordando las calles para decir «basta ya» a la discriminación por motivo de género, apenas provocó una rectificación en el Gobierno y el PP. El Ejecutivo y el partido que lo sustenta reconocieron que la movilización fue «positiva» y un «gran triunfo» para las mujeres. Pero aparte de esta admisión entre líneas de su error al despreciar días atrás los paros (el PP dejó escrito a mediados de febrero en un argumentario que eran protestas «elitistas, insolidarias e irresponsables»), no se vislumbra ninguna consecuencia práctica a corto plazo.

El Gabinete de Mariano Rajoy no cree necesario aprobar un plan de choque, similar al impacto que tuvo la ley de igualdad aprobada por José Luis Rodríguez Zapatero en el 2008. El portavoz de la Moncloa, Íñigo Méndez de Vigo, aseguró que si otros gobiernos europeos han dado un impulso a estas políticas estos días es porque están más atrasados que España y se comprometió a «seguir trabajando» en medidas ya en estudio, a la vista de «la sensibilización» de la sociedad.

En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, Méndez de Vigo admitió que «concienciar» sobre las desigualdades es «importante», pero destacó que, según un informe de la Universidad de Georgetown, España ya ocupa el quinto lugar en bienestar para las mujeres. «No nos conformamos y seguiremos luchando», aseguró, y puso como ejemplo los trabajos iniciados para la promoción de los currículos anónimos, para que los empresarios no sepan si el aspirante a un puesto de trabajo es un hombre o una mujer.

Asimismo, dijo que «pronto» habrá un plan para mejorar la conciliación y se mostró a favor del refuerzo de las auditorías para comprobar si las empresas establecen planes de igualdad. Según varios estudios, apenas 10 de cada 100 compañías obligadas a tenerlos los han implementado. Pero el portavoz evitó hacer autocrítica y tampoco dio especial importancia cuando la prensa le planteó las palabras del presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo (PP), que acababa de señalar horas antes que la manifestación feminista fueron «un clamor» y que los gobiernos «de todos los colores» y en todas las administraciones deben «tomar nota».

Ciudadanos, el otro partido al que pilló a contrapié el masivo apoyo a la acción feminista, se había negado a secundar la huega porque el manifiesto defendía el anticapitalismo, pero algunos de sus dirigentes acudieron a las manifestaciones.