Después de casi dos años de aceleración, la economía mundial vuelve a rodar con el motor gripado. La guerra comercial, las tensiones políticas y la normalización monetaria en algunas economías han atemperado el optimismo que reinó a inicios del año pasado para dejar paso a una ralentización generalizada, nada menos que en el 70% de las economías del planeta. Ese es el diagnóstico que hace el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe de perspectivas mundiales. España es uno de los pocos puntos luminosos en el mapa de grises del organismo multilateral. Para este año se espera que crezca un 2,1%, una décima menos de lo previsto en enero, pero suficiente para mantenerse al frente de las grandes economías de la eurozona. A pesar de la atonía imperante, el Fondo descarta por el momento el riesgo de una recesión global.

Sus analistas enumeran una larga lista de motivos para explicar el mal comienzo del año. Desde la escalada de las tensiones en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, a la contracción del crédito en China, las crisis por las que atraviesan Turquía y Argentina, los problemas de la industria del motor alemana para adaptarse a los nuevos estándares de emisiones o las subidas de tipos de interés en países como EE UU. Es un momento delicado para la economía mundial, afirma la economista jefe del FMI, Gita Gopinath. Esa suma de factores ha obligado a rebajar dos décimas la previsión de crecimiento mundial para este año. Queda en el 3.3%, idéntica cifra a la del 2016 y la más baja desde el 2009, cuando el mundo estaba todavía en el agujero de la crisis.

Aunque la mejoría de los mercados financieros ha sido rápida, ha llegado muy lentamente a la economía real. Las cifras de producción industrial e inversión son débiles en muchas economías avanzadas y emergentes y el comercio global tiene todavía que recuperarse, dice el informe del FMI, que esta semana celebra en Washington su Asamblea de Primavera. El palo en la eurozona es especialmente llamativo y se debe en parte a la caída del comercio entre los socios comunitarios. El Fondo ha corregido a la baja el crecimiento de todas sus grandes economías.

Alemania queda en el 0.8% del PIB, atenazada por la caída de las exportaciones y los problemas de su sector automovilístico. Italia bordea la recesión (0.1%), Francia crecerá un pírrico 1.3%, en parte por el impacto de las protestas de los chalecos amarillos, semejante al 1.2% del Reino Unido, instalado en el precipicio del Brexit. En medio de este panorama, la economía española sobresale como una isla en el océano. Aunque sigue perdiendo fuelle, se prevé que crezca este año un 2.1%, cuatro décimas menos que en el ejercicio anterior, y un 1.9% en 2010.

Los analistas del Fondo también señalan a España como uno de los países que tendrán que controlar el gasto para poder reaccionar con estímulos en caso de que las cosas se tuerzan. Paralelamente, instan nuevamente al Gobierno a incentivar la inversión privada y reducir la dualidad entre el empleo temporal y el fijo.

EE UU también está capeando el temporal, aunque el Fondo cree que perderá oxígeno a medida que se esfuman los beneficios a corto plazo de la rebaja de impuestos de Donald Trump. Este año crecerá un 2.3%, dos décimas menos de lo previsto hace tres meses, y un 1.9% en 2010.

Parte del clima sombrío que se ha apoderado de la economía mundial se atribuye a las medidas proteccionistas impuestas por la Casa Blanca. El crecimiento del comercio global se ha ralentizado notablemente desde el pico del 2017, con las importaciones desde China a EE UU a la baja o prácticamente paralizadas hacia finales de año. La segunda economía mundial ha respondido con estímulos fiscales y monetarios a las barreras arancelarias estadounidenses. Se prevé que su economía crezca este año un 6%, la cifra más baja de los últimos años.

De cara al 2020, el FMI es más optimista. Cree que el crecimiento volverá a acelerarse, siempre y cuando la gestión política esté a la altura de las circunstancias. Mientras la economía global sigue creciendo a un ritmo razonable y la recesión no aparece en las proyecciones de base, hay muchos riesgos a la baja, dice su informe. Escenarios como Brexit sin acuerdo, un recrudecimiento de la guerra comercial o un desempeño de China o la eurozona peor del esperado. Es necesaria una mayor cooperación multilateral para resolver los conflictos comerciales, hacer frente al cambio climático o los riesgos de la ciberseguridad, escribe su economista jefe. Es justo lo que falta en estos tiempos de auge del nacionalismo y desconfianza en las instituciones internacionales.