Cremalleras Rubí es una de esas empresas que, tras esquivar una situación delicada, se crecen y recuperan rápidamente el tiempo perdido. Pionera en España en la producción de cremalleras --se fundó en 1926 en Rubí--, pasó en los años 30 a manos de IMI --división metalúrgica de la química ICI--, que enseguida se asoció con el fabricante alemán de cremalleras Opti para la fabricación en Europa del entonces rompedor producto.

A finales de los 70, la europea IMI-Opti acusó la agresiva irrupción de la japonesa YKK, que en la actualidad encabeza el sector en todo el mundo. La filial española, denominada Relámpago Zip, suspendió pagos en 1981, y hasta 1987, fecha de la compra de la empresa por los 265 empleados y su conversión en sociedad anónima laboral (SAL), el objetivo era sobrevivir. Eso sí, con una remozada y potente red de distribución a los clientes industriales.

Medalla a la exportación

En 1989, empezaron las exportaciones. Y en 1996, la ya rebautizada Cremalleras Rubí --hoy segunda firma del mercado en España, tras YKK, con un 27%-- ya generaba en el extranjero el 48,7% de las ventas, un logro gracias al cual se colgó aquel año la medalla del mérito exportador.

En el 2003, la tasa de exportaciones ya era del 63%, y eso que las ventas en el mercado interior no han dejado de subir. La cifra de negocio total este año será de 14 millones de euros, el 16% más respecto al 2002.

Preguntado por la fórmula del éxito en los mercados exteriores, el presidente y director general de la compañía, Rafael Barbé, da una respuesta aparentemente poco original --"calidad y servicio"-- y la pronuncia con la ceremoniosidad que se le presupone a la entonación del directivo que revela una estrategia sofisticada y sorprendente. Sin embargo, lo cierto es que esa "calidad" y ese "servicio" en boca de tantos son en realidad los motores del crecimiento de Cremalleras Rubí.

"Calidad por encima de todo porque, a pesar de que el coste de una cremallera sea ínfimo --por ejemplo, de nueve céntimos--, si no funciona, has arruinado un envío valorado en el cuantioso importe de las prendas perjudicadas. Y servicio porque, al controlar todas las fases de la producción --fabricamos las cintas, los moldes, tenemos fundición, hacemos baños de tratamiento de los pasadores--, suministramos en tiempo récord. Si tienes que comprar la cadena en China y el pasador en Italia, los calendarios se complican".

Sólo con esas políticas, y con precios ajustados, se puede amortiguar el impacto de la competencia asiática, que ataca sobre todo a los fabricantes de cremalleras con menos valor añadido, destinadas a prendas muy baratas. Precisamente, es en la demanda diametralmente opuesta al fabricante de tejanos de mercadillo, la procedente de las cadenas de moda, donde Cremalleras Rubí juega con ventaja gracias a la integración vertical de su producción.

"Tenemos a clientes como Mango, Inditex, H & M, C & A, Pimkie, Promod o Versace, que cambian permanentemente los productos en los escaparates. Si fabricamos toda la cremallera de principio a fin somos más ágiles para suministrar a las casas matrices o a las factorías de los proveedores", explica Barbé.

Por otra parte, la red de almacenes de sus distribuidores directos --presentes en Francia, Italia, Alemania, Tunicia, Eslovenia, Polonia y Portugal-- contribuye a suministrar con rapidez. Los actuales retos de la firma en el plano internacional son la toma de participaciones de capital en estas sociedades de distribución y el impulso de la red comercial en la Europa del Este.

Cada año, esta empresa produce 111 millones de cremalleras. Su catálogo vigente incluye cerca de 240.000 productos, una cifra de referencias que se multiplica cada vez que se añade una nueva tonalidad o tamaño.