China y EEUU se han dado en las últimas horas espacio para el diálogo y anunciaron que retrasan la imposición de nuevos aranceles, previstos para entrar en vigor en las próximas semanas. Ambos allanan así el camino ante las negociaciones previstas para principios de octubre, en las que esperan desescalar la guerra comercial en la que están inmersos. La dilación de estos nuevos gravámenes, pese a no ser de los más relevantes económicamente, es un paso simbólico de Pekín y Washington para seguir negociando.

China rompió el hielo negociador en favor de la distensión del conflicto anunciando que posponía un año -hasta septiembre del 2020- la aplicación de aranceles a 16 productos estadounidenses, cuyos gravámenes estaba previsto que entraran en vigor el próximo martes. Y el presidente de EEUU, Donald Trump, respondió al poco tiempo a través de su cuenta de Twitter anunciando que retrasaba del 1 al 15 de octubre la subida del 25% al 30% a importaciones chinas por valor de 250.000 millones de dólares.

El líder norteamericano justificó la medida como gesto hacia Pekín por el 70º aniversario de la fundación de la República Popular. Trump afirmó que fue el viceprimer ministro y líder negociador de China, Liu He, quien le pidió que retrasara la aplicación. Entre los bienes afectados por el retraso del arancel anunciado por Trump del 25%, están el alimento para peces, varios tipos de lubricante y materias primas necesarias para la manufactura de medicamentos contra el cáncer.

Aunque estos nuevos aranceles no son los más importantes en las relaciones comerciales entre China y EEUU, el retraso en su imposición permitirá a las delegaciones de ambos países acudir a la décimotercera ronda de negociaciones, que está convocada en Washington a principios de octubre.

No obstante, ello no evitará que EEUU empiece a aplicar la próxima semana, tal y como estaba previsto, nuevos aranceles a la soja, la carne de cerdo y los automóviles, entre otros.