El sector del automóvil está batallando las últimas semanas en varios frentes. Por un lado, las amenazas arancelarias de Donald Trump y su propuesta impositiva del 25% a los coches de importación, por otro el asunto del WLTP la nueva normativa europea de emisiones que marcará el ritmo de homologación en todos los países de la Unión Europa (UE) y que puede retrasar la llegada de nuevos productos, y finalmente está otro tema peliagudo: el brexit.

Las marcas británicas (o aquellas que tienen su base en Gran Bretaña) son las que pueden pagar más caro la nueva situación eco-política. Nissan y Jaguar-Land Rover están trabajando para tratar que el tsunami que se avecina no maltrate sus espacios financieros. Esta semana el consejero delegado de Jaguar Land Rover, Ralf Speth, aseguraba que el brexit podría costarle a la empresa una factura anual de 1.200 millones de libras (unos 1.360 millones de euros). Ante esta posibilidad Speth ha querido trasladar al gobierno de Theresa May, «de manera urgente», garantías para las compañías una vez se produzca la desconexión de la Unión Europea. El impacto que el brexit ha obligado a Jaguar-Land Rover a ajustar «drásticamente» sus gastos.