Es época de turbulencias para Boeing. Con toda la flota de sus 737 MAX en tierra tras los mortales accidentes de Lion Air y Ethiopian Airlines que costaron la vida a 346 personas, el gigante aeroespacial estadounidense cifró ayer en más de mil millones de dólares (unos 900 millones de euros) el coste de esta crisis.

Es una cifra que incluye el aumento de costes de producción de la aeronave y gastos para solventar los programas de software vinculados a los siniestros y cubrir la formación de los pilotos. Y la factura puede ser mucho mayor, hasta 3.000 millones según algunos analistas, cuando se sumen pagos a familias de víctimas o a aerolíneas y proveedores.

El panorama indudablemente se nubla para Boeing, especialmente por las incertidumbres sobre el calendario para el retorno operativo de los 737 MAX. Y la compañía anunció esta semana dos pasos que apuntan a esa nueva neblina en que se mueve: ha suspendido, por ejemplo, el ambicioso programa de recompra de acciones con el que en los últimos tres años ha comprado unos 24.000 millones en sus títulos y ha disparado el precio de sus acciones. Asimismo, anunció que suspende por ahora la emisión de previsiones anuales de resultados.

Boeing, que fabricaba 52 aviones de pasillo único MAX al mes, hace poco estaba planeando elevar este verano la producción a 55 aeronaves mensuales pero, en cambio, ha tenido que recortarla a 42. Marzo fue el primer mes en casi siete años en que la compañía con base en Seattle no cerró ninguna orden comercial de un 737. En total las ventas del primer trimestre han caído un 2%, hasta los 22.920 millones y los beneficios han cedido un 13%, quedando en 2.150 millones. Boeing ha visto también evaporarse 27.000 millones en su valor de mercado.