Bitcoin celebra este martes su noveno aniversario. La criptomoneda más conocida creada por el desconocido pero identificado Satoshi Nakamoto ha pasado de costar tres céntimos de dólar a más de 6.000 en ese tiempo. Algunos se han hecho millonarios en la burbuja de la moneda virtual, cuyo valor teórico en los mercados internacionales ya es superior al de grandes multinacionales como Bayer o Goldman Sachs. Un dólar invertido a lo tonto en los días próximos al nacimiento de la divisa reportaría en la actualidad una fortuna de dos millones de dólares. En unos momentos en los que la banca tradicional no es capaz de ofrecer rentabilidad al inversor, el atractivo de las criptomonedas es capaz de compensar los riesgos incontrolables de su evolución.

¿Cuál ha sido la clave para este desarrollo desorbitado? La idea original que sirvió para la creación del bitcoin supo conjugar el espíritu revolucionario de sus creadores con la tecnología y la especulación. Un cóctel claramente explosivo que es capaz de atraer a alternativos, a la banca convencional y a los peores sujetos del hampa internacional. La confluencia de intereses ha catapultado a esta moneda virtual a convertirse en la inversión más rentable de la historia.

Se calcula que actualmente han caído en la persuasión del bitcoin del orden de tres millones de personas, pero los más optimistas aseguran que la progresión natural llevará a que 200 millones de personas compren criptomonedas en cinco o seis años. Y el ejemplo de bitcoin ha hecho que aparezcan otras criptomonedas en el mundo y que los especuladores diversifiquen sus apuestas a la espera de que alguna de ellas multiplique sus ganancias. Bitcoin Cash, Ethereum, Dash, Iota, Litecoin, Monero, Omisego, Ripple, Santiment, Zcash ... las divisas virtuales se reproducen pese a las trabas de los estados. Mezcladas con operaciones financieras más serias y otras de alto riesgo, conquistan ambiciones en un marco confuso que no debe llevar a engaño y que oculta bajo el manto de la modernidad un riesgo cierto para el inversor iletrado. El juego comporta pérdidas tarde o temprano pero las monedas virtuales aúnan estímulos para el tahur. Pero al juego se suma una estructura piramidal, por la que el último paga la fiesta. Porque el juego tiene reglas compartidas pero de control indeterminado. La tecnología blockchain es la garantía, el nuevo mantra tecnológico quizá con truco.

La eclosión de las criptomonedas amenaza con dejar en anécdota la crisis de las puntocom de los noventa, pero nadie es capaz todavía de vislumbrar el colapso final, por lo que las alzas desaforadas y las revalorizaciones se mantienen sin parangón en otros ámbitos monetarios.