Nueve años después del estallido de la crisis, el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, ha hecho este miércoles por fin una autocrítica pública, aunque matizada, de la gestión de la crisis bancaria por parte de las instituciones españolas. La más novedosa e inesperada (no aparecía en su reciente informe sobre la crisis) ha sido admitir que el retraso de las autoridades políticas y bancarias del país en afrontar los problemas de las entidades financieras en los primeros años de la crisis "podría haber comprometido un mayor volumen de recursos públicos que un enfoque más agresivo o ambicioso". Es decir, que la tardanza en actuar obligó a aportar más ayudas.

Todo un dardo al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y del propio supervisor en época de Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Entre el 2008 y el 2009, tanto en el Ejecutivo (lo apoyaba el ministro Miguel Sebastián) como en el sector (lo pidió el presidente de la patronal de las cajas, Juan José Quintás), se planteó la posibilidad de inyectar ayudas urgentes de capital en las entidades más débiles y sacar los activos tóxicos a un banco malo, como sucedió en otros países como Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. La oposición del ministro Pedro Solbes y el interés de Zapatero en restar importancia a la crisis les hicieron optar por un enfoque más gradual.

Linde, nombrado por el Ejecutivo de Mariano Rajoy en el 2012, ha destacado que al comienzo de la crisis hubo un "exceso de confianza" en la capacidad de las entidades para solucionar sus problemas por sí mismas. Pero también ha matizado su crítica. "Cuando se podía hacer (el entonces llamado 'manguerazo', en el 2007 y 2008), no hacía falta. Y cuando hacía falta (2009 en adelante), no se podía hacer, no había capacidad fiscal", ha afirmado en la primera sesión de la comisión de investigación de la crisis bancaria en el Congreso.

CRÍTICA Y DEFENSA

La época del Gobierno de José María Aznar y del gobernador Jaime Caruana también ha recibido sus críticas. El Banco de España, ha reconocido, "no adoptó medidas que hubieran podido, quizá, frenar el gran aumento del crédito" entre el 2001 y el 2007 (un 221% al sector privado). Le faltaban, ha admitido, herramientas legales para hacerlo, pero podía haber empleado su capacidad de "persuasión moral, que en los bancos centrales es importante".

De nuevo respecto a la época de Zapatero y Ordóñez, ha sostenido que las fusiones frías de cajas (los llamados SIP) "no fueron suficientes para resolver los problemas de solvencia y gobernanza" de estas entidades. Tampoco dieron "buen resultado", ha argumentado, las cuotas participativas (una especie de acciones sin derechos políticos que podían emitir las cajas para captar capital pero que solo empleó la CAM) y no se supo, como "nadie o casi nadie" pudo, ver venir la segunda recesión, que --ha disculpado a las autoridades de entonces-- "truncó" la estrategia seguida hasta entonces.

Linde, así, ha elevado el tono de las autocríticas apenas esbozadas en el reciente informe del Banco de España sobre la crisis, que fue muy criticado por su tibieza. "Que hubo fallos, yo soy el primero en reconocerlo", ha admitido. Eso sí, con un matiz importante: "No puedo estar de acuerdo en que lo que hizo el Banco de España esos años fue ir de fracaso en fracaso". Además, ha defendido que la estrategia seguida desde el 2012 (es decir, en su época y la de Rajoy) "ha permitido lograr la normalización" del sector financiero.