Diez años después del estallido de Lehman Brothers y de los posteriores cócteles de austeridad y cambios de las reglas presupuestarias europeas, las turbulencias del sistema bancario italiano parecen estar lejos de desaparecer. Por el contrario, los procesos para aligerar a los bancos de créditos tóxicos se están revelando lentos y dolorosos. El último caso público es el de la Banca Carige. El pasado 2 de enero, el décimo banco italiano por número de activos fue suspendido de la cotización e intervenido por el Banco Central Europeo (BCE), en una inédita medida del organismo europeo que se llevó adelante después de que en diciembre la entidad originaria de Génova no consiguiera una ampliación de capital de 400 millones de euros.

Para reparar esta situación, el BCE colocó al frente a tres administradores que ahora tienen tres meses para reducir los créditos tóxicos brutos que el banco posee, equivalentes a una cifra récord de 4.815 millones de euros (el 27,5% del total), según un informe de la entidad realizado en septiembre. Una noticia que, pocos días después, tuvo como consecuencia que el Gobierno italiano decidiese acudir al rescate del banco, prometiéndole garantías para la emisión de una serie de bonos por un valor nominal máximo de 3.000 millones de euros. A cambio, Carige deberá pagar una tasa.

Inestabilidad

Las turbulencias de la Banca Carige volvieron a poner en la mira al sistema financiero italiano, que tan solo hace dos años fue sacudido por el gran rescate del banco Monte Paschi di Siena. Y esto a pesar de que las dos operaciones, en realidad, difieren: en el caso del MPS, la necesaria inyección de capital ascendió en su momento a unos 8.000 millones de euros, mientras que en el de la Banca Carige solo requeriría unos 400 millones de momento. Una circunstancia que, según los analistas, permite ser optimistas sobre el sistema bancario transalpino en su conjunto. Sobre todo cuando otros datos van en esta misma dirección.

En noviembre, por ejemplo, los cuatro principales bancos del país -Intesa Sanpaolo, Unicredit, Ubi y BancoBpm- superaron los tests de estrés (el escenario base y el adverso) de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), la institución que se encarga de vigilar la estabilidad financiera y la capacidad de reacción de las entidades bancarias europeas ante posibles crisis financieras. Y además de ello, la Banca IFIS, un prestamista que está construyendo una cartera de deudas incobrables, predice ventas de unos 50.000 millones de euros en el presente año.

Pero el sistema bancario italiano aún es frágil. El estoc de préstamos incobrables sigue siendo alto (en torno al 10%, según la EBA), la rentabilidad es baja y los bancos continúan muy expuestos a la alta deuda pública italiana (131%). Una situación que puede empeorar aún más si, como adelantan algunas fuentes, Italia entrase en recesión. Esto llevará a una disminución del apetito de los inversores, ya alarmados por los nuevos partidos en el poder: la ultraderechista Liga liderada por Salvini y los populistas del Movimiento 5 Estrellas encabezados por Di Maio.

«Desde que está este Gobierno, el sistema bancario italiano ha perdido 26.000 millones», subraya el economista Gianfranco Polillo, en referencia también a las subidas de la prima de riesgo del otoño pasado. Algo que se añade al anuncio del BCE de poner fin próximamente a sus operaciones de refinanciación a largo plazo, que han ofrecido crédito barato a las entidades de toda la zona euro.