Más allá de sus resultados ordinarios, Bankia tiene un as en la manga para cumplir sus compromisos con sus accionistas. Como anunció hace tiempo, el banco pidió en el 2014 al Banco Central Europeo (BCE) actualizar los modelos internos de medición que sirven para calcular los activos en función del riesgo que suponen (APRs, en la jerga financiera), sobre los que a su vez se calculan las necesidades de capital.

El banco solo tiene permiso para aplicar dichos sistemas de cálculo sobre las carteras hipotecarias que heredó de Caja Madrid y quiere pasar de un sistema de medición del riesgo en el momento de concesión del crédito a otro que calcule su evolución durante toda la vida del mismo. El visto bueno del organismo supervisor podría producirse en la segunda parte del año que viene.

Hoy, el peso de los activos ponderados por riesgos sobre el total del balance es del 33%, muy poco por debajo del 35% que tienen los bancos que no aplican modelos internos. Si consigue el visto bueno del BCE, se acercaría al 25%, en línea con la media de los bancos españoles que sí aplican dichos modelos propios. Ello le permitiría ganar hasta cerca de un punto de capital, en función de lo restrictivo que fuera el BCE. Con ese capital adicional, tendría más fácil cumplir el compromiso de pagar 2.500 millones a sus accionistas entre el 2018 y el 2020.