Demasiado grande para caer. Cuando en el 2008 estalló la crisis financiera global quedó claro que los riesgos asumidos por los grandes bancos atiborrados de hipotecas basura se pagarían con el dinero de los contribuyentes. Sin «planes de rescate» públicos, la quiebra de esas entidades era una amenaza descontrolada para la economía. Una década después, ese temor convertido en mantra vuelve a asomar la cabeza en Alemania ante la posible fusión entre el Deutsche Bank y el Commerzbank.

Solo un día después de que las dos mayores instituciones bancarias del país oficializasen el inicio de las conversaciones sobre una hipotética unión, han aflorado las dudas que apuntan en esa dirección. «La fusión puede suponer una nueva amenaza para el mundo financiero, un aumento del riesgo sistémico», aseguró Achim Wambach, responsable de la Comisión de Monopolios. De prosperar, la fusión engendraría el banco más poderoso de Alemania y el tercero del continente, una entidad demasiado grande para caer.

Por otro lado, Wambach remarcó que la unión entre el Deutsche Bank y el Commerzbank cumpliría, a priori, con lo establecido por la ley de competitividad, con lo que las autoridades podrían verla con buenos ojos en ese aspecto. «Las áreas de negocio de los dos bancos solo se solapan ligeramente o, al menos, están expuestas a una competencia notable».

La prensa alemana apunta que el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, presionó a los responsables de ambos bancos para iniciar las negociaciones para una fusión antes de las elecciones europeas. El socialdemócrata y su mano derecha, Jörg Kukies, antiguo jefe de Goldman Sachs en Alemania, no ha hecho mención alguna a los daños colaterales de este proceso.

El sindicato Ver.di alertó de que con la fusión peligran hasta 30.000 empleos, cifra que la asociación de accionistas DSW elevó a 50.000. En el 2018 ambos bancos empleaban a 133.000 personas a tiempo completo.