La crisis provocada por la pandemia se ha trasladado a los mercados financieros en septiembre y los informes y previsiones solo manejan dos palabras hasta final de año: prudencia total.

La incertidumbre y las caídas de los precios en la mayor parte de los activos financieros -la renta fija aguanta a duras penas a pesar de todo- es permanente y la complejidad es tal que la única recomendación posible hasta ahora y en adelante es «el ahorro primero y ya iremos viendo la rentabilidad».

Puede parecer una postura extremadamente conservadora pero la realidad -la de los números diarios- no engaña.

De hecho, el principal vehículo de inversión como son los fondos, acumulan una caída anual del 4,1 por ciento de media.

Eso sí, con diferencias importantes: los monetarios -los más líquidos y seguros- han ganado un 8,5 por ciento desde enero, frente a los de bolsa nacional -con el factor riesgo de la renta variable- que han retrocedido un 42 por ciento.

Por ello, las opiniones de los analistas son muy coincidentes: riesgo cero en estos momentos.

Incluso hay que analizar bien los que vienen siendo los tradicionales «valores refugio» y ponderar su conveniencia. Y no es cualquier cosa.

Por ejemplo, el oro. Si se mira como activo donde «meter el dinero para ponerlo a salvo mientras dure la tormenta», sepa que su cotización está directamente correlacionada con el dólar. Sí. Si uno sube, el otro baja y viceversa. En este caso, la volatilidad (el movimiento del valor en un espacio de tiempo) es muy grande en el caso del dólar y buena parte de la subida y bajadas del oro se debe a ello.

la tendencia-4,1 por ciento es la media de rentabilidad de los fondos de inversión en 2020. En absoluto sorprendente con la pandemia. Y ganan los monetarios: hasta agosto, un 8,5 por ciento