El desplome de Lehman Brothers en septiembre del 2008 causó un tsunami que redujo el número de bancos relevantes en España de 45 a 12, con la consiguiente desaparición de decenas de puestos directivos. Pero paralelamente también se ha producido un relevo sin precedentes en las cúpulas de las entidades supervivientes. Con el anuncio de que Francisco González dejará la presidencia del BBVA, solo seis de los 24 principales ejecutivos del sector siguen ocupando sus cargos tras esta década aciaga para el sector.

Entre los cinco grandes bancos, los únicos supervivientes son el presidente del Sabadell, Josep Oliú (69 años y en el cargo desde 1999), y su consejero delegado, Jaume Guardiola (desde el 2007). «Cuando tenga la edad de Paco González (73 años), me lo pensaré. He dejado de practicar deportes de riesgo y los caballos y he cogido la bici estática», bromeó Oliú el pasado febrero.

Abriendo el foco al resto del sector, también siguen en su puesto los consejeros delegados de Bankinter (María Dolores Dancausa), Cajastur-Liberbank (Manuel Menéndez) y Cajamar-Banco de Crédito Cooperativo (Manuel Yebra). Además, el antiguo número dos de Ibercaja es ahora su presidente (José Luis Aguirre).

Un caso particular es el de Isidre Fainé, Braulio Medel y Amado Franco, que dejaron de presidir sus entidades (La Caixa, Unicaja e Ibercaja), pero mantienen gran influencia desde las fundaciones que son sus principales accionistas.

Síndrome de Hubris

Las causas son variadas. Algunos han fallecido (como Emilio Botín, del Santander, y Miguel Blesa, de Caja Madrid, antecedente de Bankia). Otros tuvieron que abandonar por condenas judiciales (Alfredo Sáenz, del Santander), cambios legales a raíz del rescate europeo (los expresidentes de La Caixa, Unicaja e Ibercaja citados), diferencias con sus superiores (José Ignacio Goirigolzarri y Ángel Cano en el BBVA y Juan María Nin en La Caixa) o por los estatutos de su entidad (González en el BBVA).

Lo que está claro es que, como apunta un alto ejecutivo financiero, los presidentes y consejeros delegados «pocas veces se jubilan, sino que se les jubila». Es habitual que los presidentes superen con mucho la edad legal de jubilación. Pero se aferran a los cargos pese a tener la vida más que resuelta. «No es por ansia de dinero, sino por adicción al poder», apunta otro directivo. Tiene nombre médico: síndrome de Hubris (por Hibris, la diosa griega de la desmesura).

Las rotaciones

El puesto de consejero delegado suele tener una rotación mucho mayor que el de presidente. Se ha visto con la sustitución de José Antonio Álvarez por Andrea Orcel como número dos de Ana Botín en el Santander. El mayor banco español ha tenido cuatro segundos durante la crisis (Sáenz, Javier Marín y los dos citados), por solo dos presidentes (Botín padre e hija). En el BBVA ha pasado algo parecido: un presidente (González) y tres consejeros delegados (más un cuarto que se anunciará antes de final de año y para el que suenan los directivos Ricardo Forcano y Juan Asúa).

Hay cosas, eso sí, que no varían. La mayoría de los bancos se han aferrado a un presidente ejecutivo, pese a que el Banco Central Europeo (BCE) prefiere que no tenga esas funciones, como es habitual en el modelo anglosajón. Los banqueros también dicen adiós, pero con amplios poderes y cuando no les queda más remedio.