Fue un buen día, muy bueno, para Simon Yates. Solo fue una jornada regular para un Alejandro Valverde que aspiraba a capturar el jersey rojo que sigue en poder del corredor británico. Fue casi desastroso para un Nairo Quintana a quien la lógica le obliga, o condena, según se mire, a trabajar estratégicamente para su compañero murciano. Pero, sin duda, fue una etapa enorme, magnífica, extraordinaria, de un valor incalculable, para Enric Mas que se confirmó como el más grande valor de la cantera española. Ya es quinto de la general y aspira al podio de Madrid.

Valverde no lo hizo ni bien, ni mal. Cedió siete segundos que no tenía calculados en una contrarreloj que era más para un especialista en este terreno que para un corredor hábil en la montaña. Tras la carrera, detrás del podio, no estaba ni triste ni feliz. Sigue con todas las opciones para ganar la Vuelta. Pero, calculadora en mano, cada segundo que se consigue en la Vuelta parece un minuto y ya no hay nada, absolutamente nada que hacer, por los que se han dejado escapar en beneficio de una ayuda sin demasiada razón en favor de Quintana. Si el Movistar quiere ganar la Vuelta debe hacerlo con Valverde. Lástima que esta teoría no se viera desde el primer día.

Yates, en cambio, se puso en la ruta cronometrada (32 kilómetros), entre Santillana del Mar y Torrelavega, el traje de faena; un uniforme tintado en rojo que quiere conservar hasta el domingo. Reguló cuando Valverde, al principio apretó. Siguió regulando en la fase intermedia, cuando al ciclista murciano se le indigesto la 'crono', y no varió la táctica cuando el corredor del Movistar recuperó la fe en su pedalada. Así se gana la Vuelta.

Estaba anunciado que pese al bellísimo día que hacía en Cantabria, azul y sin una sola nube, la jornada podía convertirse en gris, odiosa, de truenos y rayos, para las figuras colombianas. Con Rigo Urán desaparecido en combate, Miguel Ángel López no pudo colocarse el vestido de 'Superman', ni siquiera el de un disfraz de bajo coste. Y el Nairo que no acaba de explotar en montaña, el que mira más para atrás que para adelante, también se mostró incómodo, sin encontrarse consigo mismo subido a una 'cabra' de contrarreloj. Eusebio Unzué, mánager del Movistar, decidió acompañar a Valverde.

Victoria de Dennis

Pero lo que no se esperaba, lo que, sin embargo, ya había dejado entrever Mas en Málaga, con una aceptable actuación en la contrarreloj inicial de la prueba que también ganó el australiano Rohan Dennis, es que tiene la estirpe del escalador que brilla en la montaña y resiste en la contrarreloj, como hacía Perico en sus tiempos de gloria y Alberto Contador cuando ganaba Tours, Giros y Vueltas. Y compararlo con ellos no es ninguna locura. Es la luz que está brillando en esta Vuelta, una luz inmensa, que abre los corazones ciclistas, los que ven a un joven mallorquín de 23 años, que no se arruga en la montaña, que destaca entre los de su género, es decir entre los escaladores, en la contrarreloj y que no se asusta con el reto de luchar por la general de la Vuelta este año y en el futuro en la de un Tour que ya lo espera el año que viene con los brazos abiertos.

"¿Vistéis quién fue a por mí en los Lagos?" (se refería a Valverde). Hablaba Mas, cuando bajaba del 'motor home' que su equipo, el Quick Step, tenía aparcado a un centenar de metros de la meta. Sexto en la etapa tiene tres días de montaña, el primero este miércoles en Vizcaya, para escalar no solo montes sino más allá y hasta el infinito de la quinta plaza de la general. Instalado como tantos otros en Andorra -también vive allí Yates-, lejos de su Mallorca natal, ya no se acobarda. "Soy muy joven y puedo hundirme", dice pausadamente. Pero si sigue así el planeta ciclista se rendirá a sus pies.