Durante los últimos veinte años, su puesto de coleccionismo en el Bulevar Gran Capitán ha sido un punto de cita obligado para los devotos de esos materiales sencillos -estampas de fútbol, postales, carteles de cine, insignias, álbumes de series de televisión...- que proporcionan el privilegio de dar saltos en el tiempo para recuperar instantes perdidos en la niñez. Manejar los cartoncillos -las trading cards, en la modernidad- de Pirri, Schuster, Iríbar, Valerón o Butragueño sigue siendo una de las actividades con las que Juan Antonio Cañadas, el Califa de los cromos, puede abstraerse momentáneamente de una vida que le ha golpeado duramente en los últimos tiempos. Su hobby de siempre es, a día de hoy, uno de los últimos asideros económicos en una realidad marcada por la crisis.

"Vendo todo lo que tengo", dice con resignación este cordobés de 48 años, que se mantiene gracias a trabajos esporádicos y se levanta cada mañana pendiente de un posible desahucio de su hogar en el barrio de Santa Marina. "Lo que vendo en el mercadillo puede ayudarme para pagar algunos gastos, pero no es suficiente para vivir", asegura Cañadas, que convive con uno de sus dos hijos, de 15 años, fruto de una primera relación.

Colocó su puesto de material de coleccionismo el último domingo antes del confinamiento. Desde entonces, usa su página de Facebook para promocionar los lotes de cromos, banderines o revistas y tratar de mantener unos ingresos menguantes. Confiesa que solo percibe una ayuda de 430 euros que se le terminará el próximo mes de enero. "Tengo la ayuda de Cáritas de Santa Marina y he pedido ayuda al Ayuntamiento para alimentos", relata.

La angustia de no saber cuánto tiempo podrá permanecer en su hogar habitual -propiedad en parte de su exnovia, con la que rompió- le acompaña cada día. "Le pago a ella una cantidad al mes y la mitad de los gastos de luz y agua a mi excuñado, que vive en el piso de abajo", cuenta Juan Antonio Cañadas, quien apunta que la casa "está para tirarla o gastarse un dineral en arreglarla, porque el suelo que piso puede caerse en cualquier momento, las vigas son de madera y ya se nota el desnivel". "Tengo una denuncia por parte de mi excuñado para abandonar la vivienda y estoy a espera de vista preliminar o juicio", indica.

Ya está buscando una alternativa, aunque le resulta difícil por carecer de ingresos fijos. Trabajó en empresas de limpieza, ayuda a domicilio y hostelería antes de quedarse sin nada. "Estoy sobreviviendo gracias a que voy una o dos veces en semana a dar paseos o hacerle los recados a una señora viuda de 88 años", relata Cañadas, que se ofrece a "trabajar en lo que sea". "Necesito que me ayuden comprándome mis cosas de coleccionismo o proporcionándome un trabajo", manifiesta con inquietud.

"Si no consigo dinero me pondré en el centro a vender algo o a pedir dinero", añade Cañadas, que espera poder volver pronto con su tenderete de artículos de coleccionismo al Bulevar, donde ha sido parte del paisaje durante décadas. "En la época del Córdoba en Primera llegaba a sacar más de 100 euros en un buen día", rememora. Eran tiempos mejores para todos.