«Sinunaduda te netsesito ahí, migo», hubiera escrito Radomiro. El verdadero entrenador serbio le había pedido que modificara su posición en el campo, que el equipo debía aprovecharle más por banda por la calidad de sus centros. Y así empezó aquella temporada, pero apenas en la cuarta jornada, al Atlético de Madrid le tocó en la suerte del calendario el Celta de Vigo. José Luis Pérez Caminero entró un par de veces por la banda y Rafa Berges le avisó de que ni una más. No le hizo caso y en el minuto 26, el hoy director deportivo del Málaga enfiló el camino de vestuarios con una brecha que necesitó una docena de puntos. El cordobés no solo no vio ni la amarilla, sino que en el minuto 89 anotó el gol del empate vigués en el Vicente Calderón. Cuentan que tras el «golpe fortuito», ambos en el suelo y sin que Andradas Asurmendi se percatara, Berges sonreía y le guiñaba el ojo a Caminero, una especie de mensaje sin palabras: «Mira que te lo he avisado». Aún recuerdo al dueño de 'Imperioso' llamando «asesino» a Rafa Berges en el Marca, días después de aquel empate a tres. Pasadas dos décadas de aquello, el fútbol y el arbitraje han cambiado. O no tanto, porque puede haber algún penalti claro, como el cometido sobre Carrillo, que también se marcha al limbo.

Ahí, el director deportivo malaguista no hizo ni dijo nada, pero sí con el empate de su equipo. Algo deberían hacer los dirigentes costasoleños con una situación que no es aislada y que ya se ha repetido en alguna ocasión durante esta temporada, a pesar del comunicado del Córdoba, elegante, en el que negaba algo que sí ocurrió. Negar lo que ocurre no es el mejor camino para solucionar las cosas. Es algo que este Córdoba ya debería haber aprendido. Existen varios asuntos por las alturas que se entienden que son más complicados de solucionar, pero los de abajo sí que deberían tener respuesta. No es de recibo que un grupo que tiene fijado en sus estatutos «la obligación moral de apoyar a nuestro máximo representante en el fútbol nacional» y «defender los intereses del Córdoba» solicite 50 entradas de las 300 a las que tiene derecho porque el resto de cordobesistas no son afiliados. Además de reconocer su escasa implantación (también 50 de 350 en Almería) el mensaje es claro: «Cordobesistas de los nuestros», o «cordobesistas de los que nosotros señalamos como buenos», en una especie de chiringuito del que alguno a sueldo del club participa, colabora o hace la vista gorda.

Mal camino para la unión el incumplir los propios estatutos. Pero en cualquier caso, es el club el que debe solventar dicha papeleta, demostrando que todos los que van a El Arcángel o siguen al equipo son iguales. Me consta que alguno pretende solucionarlo, hacer tabla rasa y dejar el pasado atrás -aunque haya a quien le pesa y ofrece resistencia-, mientras que otro u otros se han convertido más en problema que en trabajadores por las soluciones. Y esto, como el resto de contratiempos, no se arreglará con uno de aquellos tradicionales paseos por el horóscopo, que en Córdoba no se conoce. Pero para lo de arriba tiempo habrá por delante para analizar y valorar, porque hay mucho y variado. Por lo pronto, este equipo necesita respuesta de los suyos, apoyo, calor y que comprueben todos desde la caseta que una ciudad y una afición quieren la salvación. Y el club mueve ficha, aunque a algún asalariado le pese.