El maillot de la Vuelta es de color rojo. La organización, que busca el sinónimo de camiseta, lo bautiza como la roja. Y de este color, de un rojo intenso, se puso ayer la ronda española tras afrontar la primera etapa de montaña seria, la que se adentró en la sierra de Béjar, tierra de escaladores desde los tiempos de Lale Cubino, y terminó en lo alto de la estación de esquí de La Covatilla, donde el británico Simon Yates se vistió con el jersey de líder, rojo, rojo, rojo, por delante de Alejandro Valverde, pero con tan solo un segundo de diferencia. Mucho menos que un intenso suspiro.

Un británico de sobras famoso, Chris Froome, se impuso en el Giro, otro ciudadano del Reino Unido, galés en este caso, más desconocido para los profanos en ciclismo, Geraint Thomas, triunfó en el Tour, y Yates, el ciclista que se hundió en los cimientos de la ronda italiana cuando parecía que la iba a ganar, se ha concienciado para triunfar en Madrid.

Pero no es un reto fácil, porque Valverde quiere seguir con su fiesta particular, aunque en La Covatilla sus piernas no tuvieron la frescura de otros días. Y porque Nairo Quintana, que ya sabe lo que es ganar la Vuelta ya es tercero a solo 14 segundos. Pero es que están todos en un puño. Ion Izagirre no quiere desaprovechar la segunda vez que su equipo, el Bahréin, le coloca los galones de jefe. Lo hizo el año pasado en el Tour y se cayó en la misma curva de Düsseldorf en la que Valverde se partió la rodilla. Él se destrozó una vértebra. ¿Y si hablamos de Miguel Ángel López, al que llaman Superlópez? Es el líder del Astana, sube con la gracia colombiana, y también quiere ganar en la plaza de la Cibeles tras ser tercero en el Giro. Porque hasta Enric Mas y David de la Cruz, que sufrieron de lo lindo, están a poco más de un minuto.

Al rojo vivo fue la ascensión a La Covatilla. Soplaba el viento salmantino, el que frenaba el ánimo para atacar desde lejos en solitario -el ganador de la etapa, fugado, Ben King, el mismo que triunfó en Granada, llegó muerto a la meta-. Y se turnaban los equipos grandes en el control de la carrera; unas veces el Sky, otras el Bahréin o el Movistar que cuando su ciclista ecuatoriano, Richard Carapaz, aceleraba tenía que mirar hacia atrás porque Valverde iba demasiado escondido y hasta Quintana parecía que se descolgaba.

Valverde dudó. Hubo un ataque. Se coló Nairo. Él se quedó atrás. Se formó el hueco y cuando reaccionó solo fue a la desesperada para que no se le fuera el liderato. Le faltó un segundo.