Según Valverde, «yo no puedo controlarlo todo». Es la respuesta del murciano cuando le preguntan en la meta de Pozo Alcón, en la sierra jienense, cómo es que se había fugado Tony Gallopin y gracias a la escapada se ha impuesto en la séptima etapa de la Vuelta. Él, efectivamente, no puede controlarlo todo pero muy pocas cosas se le escapan en esta rocosa ronda española, la del calor y la de carreteras descarnadas como las del alto de Ceal, un auténtico tormento para todos los corredores.

Si no solo hace falta seguir la narración de Valverde, al poco de coronarse la última cima de la etapa. «Íbamos por una carretera muy rugosa y pasamos a otra con mejor firme. Fue entonces cuando la gente se confió. Delante de mí se cayeron tres Sky. Yo iba el cuarto y, por suerte, pude eludir la caída». El sobresalto puede saltar en cualquier lugar inesperado.

Uno de los que se va al suelo es Michal Kwiatkowski, el ciclista polaco que fue líder de la Vuelta hasta que cedió el jersey rojo al francés Rudy Molard. La persecución es brutal. Por delante, que saben que Kwiat se ha caído, se pelea para que no enlace pero también para ganar la etapa. Hay un demarraje con un grupo en el que está Nairo Quintana. Valverde vigila por detrás. Y hasta parece que Jesús Herrada, que fue campeón de España y es uno de los líderes del Cofidis, va a recompensar a su equipo con la segunda victoria de etapa consecutiva.

LA COVATILLA, MÁS CERCA

Ahora llega una etapa de esprint anunciado, que servirá para que el valle de Los Pedroches sea la despedida de la ronda española por Andalucía y mañana la primera montaña seria de la prueba, la Covatilla, en lo alto de Béjar, en Salamanca, «un lugar donde sé que lo voy a pasar mal porque Valverde ya es segundo y querrá vestirse allí de líder», reconoció Molard, el jersey rojo.

En efecto, Valverde rueda cargado de moral. Es el segundo de la general y, por si fuera poco, lidera la regularidad y la combinada. Solo se le resiste el jersey de puntos de la montaña, el que posee su amigo Luis Ángel Maté, porque, de hecho, no lucha por él. Ya lo reconoce el ciclista murciano: él no puede controlarlo todo; aunque por muy poco.