En San Mamés había emitido señales más que positivas. Se había visto un Frenkie de Jong activo, con llegada al área, generando desequilibrio en la batalla física que supone jugar en San Mamés ante el Athletic. Pero esos brotes verdes se convirtieron en una tormenta de buenas noticias en el Benito Villamarín. Terminó derrengado el holandés, convertido en una pieza fundamental del triunfo azulgrana. No tanto por su maravilloso gol en el 1-1, que permitió al equipo de Setién mitigar el impacto del triste inicio, con penalti incluido, que tan caro le había costado.

Fue una jugada realmente made in Setién. De inicio a fin. Con riesgo en cada una de los movimientos que tomó el Barça. Tremendamente arriesgado resultó el pase venenoso, pero lleno de obstáculos por sortear, que trazó Lenglet desde el fondo de la cueva. Era el central zurdo quien conectaba astutamente con el volante zurdo, orientado corporalmente de manera excelente al punto de que se giró y empezó el vendaval De Jong.

El Frenkie del Ajax

El Frenkie del Ajax Ahí sí se vio al Frenkie del Ajax. No tanto porque marcar convertido en un interior con llegada sino por su capacidad de conducción para detectar a Messi, recostado en la banda derecha del ataque azulgrana. A partir de ese momento, el Barça ofreció una lección de precisión en cada uno de los pases. Lenglet evitó hasta tres jugadores del Betis con su pase.

De Jong acude a celebrar el gol marcado por Busquets, abrazado con Messi / REUTERS

De Jong empezó a galopar y Messi diseñó en su GPS el pase de toda la vida. Ese pase que suele ir casi siempre hacia la autopista que ocupa Jordi Alba. Pero el lateral izquierdo estaba en el banquillo, por lo que el holandés, que venía de recorrer más de 50 metros, siendo indetectable para todo el equipo bético. Incluso para Robles.

Calidad y paciencia

Luego, además, tuvo la calidad y paciencia necesaria para domar la pelota con el pecho y rematar de primero ante Robles. Nadie supo por donde había llegado De Jong. Solo Messi lo había encontrado. Messi y Lenglet, claro. Apenas 15 segundos para viajar, con el balón en los pies, de área a área. Apenas 15 segundos para ir de la casa de Ter Stegen al hogar de Joel Robles. Pero ese valioso y soberbio gol no fue lo único realmente trascendente que realizó De Jong en Sevilla.

Se le vio aparecer por todos los rincones del campo, a veces convertido en extremo izquierdo para darle profundidad al equipo. En ocasiones corriendo hacia atrás para transformarse en un segundo lateral derecho. Con un compromiso indiscutible para el equipo. Y con una solidaridad ensalzable porque el Barça necesitaba de alguien así.

De Jong pugna con Emerson en el partido del Villamarín / REUTERS

Llegó Setién y De Jong parece otro, con mayor protagonismo ofensivo que en los primeros meses donde se le veía tímido, apocado y, en determinados partidos, sin sentirse lo que es. Uno de los mejores centrocampistas de Europa. No falló el holandés apenas en el pase firmando un 90% de acierto. Repartió 47 y solo falló cinco, al tiempo que regateaba con acierto: dos dríblings, dos buenos. Cien por cien de acierto, con personalidad y, sobre todo, autoridad.

Pidió la pelota

En un ambiente volcánico, y en medio de un partido enloquecido, De Jong jamás se escondió. Exigió sin miedo la pelota, vivió al borde de un ataque de nervios cuando Ter Stegen se la daba cerca, rodeado y presionado por cuatro y hasta cinco béticos. Sufrió hasta cinco faltas porque Rubi no tenía el antídoto para ahogar a De Jong, convertido en el necesario faro del Barça para abandonar Sevilla con tres puntos que son una verdadera fortuna.

Mientras se espera que Griezmann aparezca en noches tan complejas como las del Benito Villamarín, Setién ya sabe que puede contar con Frenkie. El gol, con ser importante, es de lo menos. Lo trascendente es que De Jong se reconoce a sí mismo con la camiseta del Barça. Al fin.