El debut perfecto de cualquier jugador consiste en ser titular, ganar el partido y marcar un gol. Un triplete que tiene más valor si lo liga un defensa. Si se trata de un derbi, es el no va más. Y todo eso hizo Virgil van Dijk en su estreno con el Liverpool, justificando desde el primer día por qué era el defensa más caro del mundo. Nadie le ha arrebatado esa condición. Nadie le discute que sea el más valioso.

Ese simbólico (y real) título obtenido el 27 de diciembre del 2017, más el de ser el Jugador del Año, que data de anteayer domingo, elegido por la Asociación de Futbolistas Profesionales (PFA) de Inglaterra, acompaña a uno de los pilares del Liverpool en su segunda visita a Barcelona, que ahora es mucho más que un gigantesco central holandés que trataba de ganarse la vida en Escocia.

Cuando pise el césped del Camp Nou no podrá evitar el recuerdo de aquella experiencia, inolvidable siempre tratándose de la primera. Aunque la suya fuera para olvidar en una fría noche de diciembre del 2013. Se presentó en el Camp Nou con el Celtic, y se llevó del estadio un lacerante 6-1, ofensivo desde todos los puntos de vista, sobre todo para un central. Neymar marcó tres. El 1-0 se lo apuntó quien litiga por ser considerado el mejor del mundo. De nuevo se verá cara a cara con Gerard Piqué en las dos áreas.

DESCONTANDO PENIQUES

Cientos de peniques empezó a descontar Van Dijk aquel 5 de enero con aquel cabezazo en Anfield en un córner que eliminaba al Everton de la Copa a seis minutos del final. La inversión, tan criticada entonces, de pagar 84,4 millones de euros por un central, ha quedado respaldada por su rendimiento. El Liverpool es el equipo menos goleado de la Premier con 20 goles en 36 jornadas.

El precio no lo marcamos nosotros, lo marca el mercado. Y lo primero que tienen que olvidar los aficionados del Liverpool es la cantidad pagada, pidió Jürgen Klopp, el máximo responsable del fichaje por ser el inductor de ese dispendio. El técnico alemán ganaba así otra partida a Pep Guardiola, que perseguía también a Van Dijk para el Manchester City. Seguramente aconsejado por Ronald Koeman, que había entrenado al defensa en el Southampton, su club de procedencia.

EL MISMO ORIGEN QUE DE JONG

Koeman solo había invertido 15 millones por Van Dijk en el 2015. Aunque tarde, un holandés de renombre confiaba en ese joven nacido en Breda el 8 de julio de 1991 (27 años) que ninguno de los grandes clubs había detectado. Ni el Ajax ni el PSV ni el Feyenoord. Pese a que el Willem II suele ser un apreciado invernadero de tulipanes. De la misma cantera brotó Frenkie de Jong.

Van Dijk jugó diez años en el Willem II (hasta el 2010) pero no llegó al primer equipo porque no tuvo quien apostara por él. Cuando afrontas batallas por el descenso nadie cree que sea una buena idea llevarte a chicos jóvenes, argumentó en su día Fons Groenendijk, el entrenador por aquel entonces del equipo.

Nadie detectó su talento, corroboró Robert Maaskant al diario inglés The Telegraph. Pero yo no tuve ninguna duda en ficharlo, dice quien le reclutó para el Groningen. El técnico entendía el recelo de los demás de aquel espigado defensa que cuando caminaba parecía uno de esos jugadores de baloncesto de lento caminar y despreocupado. Van Dijk Virgil lucía en su primera camiseta roja- no era tampoco un portento de seguridad en la zaga y fallos en los momentos clave provocaron que los cazatalentos holandeses le ignoraran.

ALGUIEN ESPECIAL

"El primer día que lo vi entrenar, pensé: 'tenemos a alguien especial aquí', aseguró Neil Lennon, su primer técnico en el Celtic, tras ficharle dos años después (2013) de que hubiera completado dos campañas en la Eredivisie. Van Dijk firmó por cuatro años con el Celtic, pero solo cumplió dos. En ambas campañas fue elegido en el once ideal del campeonato antes de que Koeman se lo llevara a su lado para el Southampton.

El agradecimiento simbólico del futbolista llegó el pasado mes de noviembre cuando ambos se reencontraron en la selección. Un cabezazo de Van Dijk en el minuto 91 en el particular derbi de Holanda con Alemania (2-2)- clasificaba a los naranjas para la fase final de la Liga de Naciones a costa de su querido enemigo.